9/05/2017, 04:22
Seguíamos en el puerto esperando el dichoso trineo, que por más que agudizase mi vista y buscara por todo el perímetro, no encontraba absolutamente nada más que nieves a los alrededores, ni siquiera un diminuto rastro, sombra o parecido a algún vehículo moviéndose.
”¿A qué hora nos vienen a buscar?” Me preguntaba, como sí realmente supiera la respuesta de ello.
Hazegawa se había quedado sentado en uno de los bancos cercanos, recostándose y cerrando los ojos, realmente debía sentirse pésimo para tener aquella actitud tan deplorable, incluso me atrevía a pensar que pudiera quedarse dormido en cualquier momento.
Aunque caminé por los alrededores y visualicé, sin prestar mucha atención a la gente restante, no había nada interesante, este viaje sería como unas vacaciones y debía descansar y relajarme. Haría lo que todo niño, no shinobi, de mi edad haría: un muñeco de nieve.
Como todo un infante, empecé a empujar la primera bola de nieve, que en unos pocos minutos y con gran esfuerzo estaba agarrando ya un buen tamaño.
— ¡Alto!—
Aquel gritó, y el ruido previo, de una manada arrastrando algo en medio de la nieve, me hizo voltear y ver el tan esperado trineo; realmente era una forma muy diferente a lo que me esperaba, el avance seguía llegando a los lugares más olvidados, como me parecía esa isla.
—Haze!— Corrí en busca de mi hermano para notificarle. —¿Ya viste el trineo? Tiene un aspecto…— Dudé ante de terminar la oración, buscaba la palabra apropiada.
—Me quiero morir, déjame— Me cortó de una, su voz sonaba apagada y sin ánimos. —Despiértame cuando nos vayamos. — Dijo sin más y cerró los ojos en señal de: “peligro, no molestar”.
Los minutos pasaron volando, el muñeco terminó a medias, con solamente tres bolas en línea, iba quedando bien, pero todo se terminó cuando todos empezaron a subir en el trineo y evidentemente no íbamos a perderlo. —Ya es hora, vamos— Dije, moví el hombro del ojiblanco, alejándolo de Morfeo. —Nuestras pertenencias ya están en el vehículo, solo falta entrar, creo que somos los últimos apura.— Insistí.
Hazegawa, lejos de moverse veloz, como siempre, dio pasos lentos, de aquellos que te pegaban la pereza por más que no quisieras. Con un gran bostezo advirtió que seguiría durmiendo por todo el camino y ambos tomamos nuestros asientos.
Qué cálido, ¿Quién lo diría? Pensé al notar la diferencia de temperaturas, no es que fuese un horno, ni mucho menos para desabrigarme, pero se sentía agradable ahí adentro. La mala iluminación llamó mi atención, si ese trineo fuese de Ame tendría unas buenas luces de neón, dejando todo bien iluminado, pero no se podía exigir mucho a un viaje gratis.
El trineo empezaba a agarrar buena velocidad, era buena señal, quería ver aquel hotel de lujo con mis propios ojos y de ser posible disfrutar de todos sus servicios. Los misterios y secretos que podía ocultar ese lugar poco me importaban, y sí realmente tenía mala fama sería cuestión de comprobarlo, ver para creer… Aquello era muy cierto.
”¿A qué hora nos vienen a buscar?” Me preguntaba, como sí realmente supiera la respuesta de ello.
Hazegawa se había quedado sentado en uno de los bancos cercanos, recostándose y cerrando los ojos, realmente debía sentirse pésimo para tener aquella actitud tan deplorable, incluso me atrevía a pensar que pudiera quedarse dormido en cualquier momento.
Aunque caminé por los alrededores y visualicé, sin prestar mucha atención a la gente restante, no había nada interesante, este viaje sería como unas vacaciones y debía descansar y relajarme. Haría lo que todo niño, no shinobi, de mi edad haría: un muñeco de nieve.
Como todo un infante, empecé a empujar la primera bola de nieve, que en unos pocos minutos y con gran esfuerzo estaba agarrando ya un buen tamaño.
— ¡Alto!—
Aquel gritó, y el ruido previo, de una manada arrastrando algo en medio de la nieve, me hizo voltear y ver el tan esperado trineo; realmente era una forma muy diferente a lo que me esperaba, el avance seguía llegando a los lugares más olvidados, como me parecía esa isla.
—Haze!— Corrí en busca de mi hermano para notificarle. —¿Ya viste el trineo? Tiene un aspecto…— Dudé ante de terminar la oración, buscaba la palabra apropiada.
—Me quiero morir, déjame— Me cortó de una, su voz sonaba apagada y sin ánimos. —Despiértame cuando nos vayamos. — Dijo sin más y cerró los ojos en señal de: “peligro, no molestar”.
Los minutos pasaron volando, el muñeco terminó a medias, con solamente tres bolas en línea, iba quedando bien, pero todo se terminó cuando todos empezaron a subir en el trineo y evidentemente no íbamos a perderlo. —Ya es hora, vamos— Dije, moví el hombro del ojiblanco, alejándolo de Morfeo. —Nuestras pertenencias ya están en el vehículo, solo falta entrar, creo que somos los últimos apura.— Insistí.
Hazegawa, lejos de moverse veloz, como siempre, dio pasos lentos, de aquellos que te pegaban la pereza por más que no quisieras. Con un gran bostezo advirtió que seguiría durmiendo por todo el camino y ambos tomamos nuestros asientos.
Qué cálido, ¿Quién lo diría? Pensé al notar la diferencia de temperaturas, no es que fuese un horno, ni mucho menos para desabrigarme, pero se sentía agradable ahí adentro. La mala iluminación llamó mi atención, si ese trineo fuese de Ame tendría unas buenas luces de neón, dejando todo bien iluminado, pero no se podía exigir mucho a un viaje gratis.
El trineo empezaba a agarrar buena velocidad, era buena señal, quería ver aquel hotel de lujo con mis propios ojos y de ser posible disfrutar de todos sus servicios. Los misterios y secretos que podía ocultar ese lugar poco me importaban, y sí realmente tenía mala fama sería cuestión de comprobarlo, ver para creer… Aquello era muy cierto.