9/05/2017, 20:03
(Última modificación: 9/05/2017, 20:04 por Aotsuki Ayame.)
—¿Ah, éste? —respondió Kaido, señalando el mismo símbolo al que Ayame se había referido con su pregunta. Por la manera en que lo miraba, parecía increíblemente importante para él—. Es el símbolo del clan al que pertenezco, los Hōzuki. Es uno de los clanes insignia de Amegakure, ¿cómo es que no lo conoces?
Ayame se estremeció para sus adentros. Claro que lo conocía. ¿Cómo no iba a conocer el símbolo de su propio clan? ¿Cómo iba a olvidar aquella noche aquella noche de hace diez años? Ciero, había pasado mucho tiempo, ella era muy pequeña y no recordaba los detalles como le gustaría, pero no se había olvidado de aquellos hombres que irrumpieron en su casa a altas horas de la noche para llevársela con ellos. ¿Cómo iba a olvidarse después de las constantes advertencias que su padre le había dado sobre los Hōzuki?
Y ahora había ido a dar con uno de ellos, precisamente.
—¡Ah, el clan Hōzuki! —respondió, llevándose una mano a la nuca en un fingido gesto de sorpresa—. Sí, claro que lo conozco. Lo que no conocía era su símbolo...
«Tengo que tener cuidado con este tío...»
Apartó la mirada hacia un lado. Como si no tuviera ya bastante con tener que ocultar su identidad como Jinchūriki, ahora se veía obligada a ocultar también su identidad como portadora del agua. Y todo porque ellos la estaban buscando. Por lo que era y por lo que llevaba en su interior.
—Quizás deberíamos volver a la posada. Acabo de acordarme que tengo un cordero a la naranja esperándome —se apresuró a añadir, en un fugaz intento por esquivar el tema.
Aunque en ese instante no mentía. El enfado había desaparecido, y había sido rápidamente sustituido por el hambre...
Y, sin esperar siquiera respuesta, se dio media vuelta para desandar de nuevo el camino.
Ayame se estremeció para sus adentros. Claro que lo conocía. ¿Cómo no iba a conocer el símbolo de su propio clan? ¿Cómo iba a olvidar aquella noche aquella noche de hace diez años? Ciero, había pasado mucho tiempo, ella era muy pequeña y no recordaba los detalles como le gustaría, pero no se había olvidado de aquellos hombres que irrumpieron en su casa a altas horas de la noche para llevársela con ellos. ¿Cómo iba a olvidarse después de las constantes advertencias que su padre le había dado sobre los Hōzuki?
Y ahora había ido a dar con uno de ellos, precisamente.
—¡Ah, el clan Hōzuki! —respondió, llevándose una mano a la nuca en un fingido gesto de sorpresa—. Sí, claro que lo conozco. Lo que no conocía era su símbolo...
«Tengo que tener cuidado con este tío...»
Apartó la mirada hacia un lado. Como si no tuviera ya bastante con tener que ocultar su identidad como Jinchūriki, ahora se veía obligada a ocultar también su identidad como portadora del agua. Y todo porque ellos la estaban buscando. Por lo que era y por lo que llevaba en su interior.
—Quizás deberíamos volver a la posada. Acabo de acordarme que tengo un cordero a la naranja esperándome —se apresuró a añadir, en un fugaz intento por esquivar el tema.
Aunque en ese instante no mentía. El enfado había desaparecido, y había sido rápidamente sustituido por el hambre...
Y, sin esperar siquiera respuesta, se dio media vuelta para desandar de nuevo el camino.