9/05/2017, 20:38
En el transcurso de la búsqueda del aposento principal, y bajo la información brindada a Riko por la chica, éste pareció coincidir en que buscar la habitación de los reyes sin duda sería mas interesante a buscar la de la princesa. Razón no le faltaba, pues allí sin duda habrían de haber estado en algún momento dado los mayores tesoros y privilegios del legado. Siendo así, ambos siguieron por la siguiente escalera, en pos de encontrarlo.
La sorpresa llegó cuando la sinfonía de portazos dio lugar, haciendo que los nervios del chico se pusieran a flor de piel, resaltando ante la calma de la chica. Ésta, mas curiosa que miedica, se preguntaba qué era lo que sucedía. En su contra, Riko acusó al castillo de estar encantado, y declaró que debían salir de allí cuanto antes.
—¡Y un jamón! —replicó la pelirroja a Riko. —Yo no me voy de aquí sin ver qué hay por aquí... Piensa en la de miedicas que se habrán asustado y no han explorado éste castillo... seguro que guarda tesoros de incalculable valor...
»Total... seguro que son algunos canallas intentado mantener su hogar a salvo. Los fantasmas no existen.
La chica estaba totalmente convencida de lo que decía, y el miedo no se apoderó de ella. Quizás, solo quizás, su actitud inspirase un poco a su antagonista. Igualmente, quizás su ausencia de miedo se debía a que no temía a las posibles represalias de un muerto... ¿Qué iba a hacer? ¿matarla? El mero pensar de esa situación le daba risa.
—¿¡Señor fantasma!? —vociferó a todo pulmón. —¿¡Dónde está el dormitorio principal!?
Su petición era absurda, surrealista, atroz, absurdo... pero parecía que predestinado a cumplirse. Lo que había sido lanzado como una broma, se convirtió en una situación que salía de los manuales. Una puerta que había al final del pasillo en el que se encontraban se abrió, así, sin mas.
La chica alzó una ceja, incrédula. Pero, no se achantó. Sin duda, seguiría su camino hacia esa puerta recién abierta, al menos por ver qué había allí. ¿Cómo luchar contra su curiosidad? Era peor que un gato...
La sorpresa llegó cuando la sinfonía de portazos dio lugar, haciendo que los nervios del chico se pusieran a flor de piel, resaltando ante la calma de la chica. Ésta, mas curiosa que miedica, se preguntaba qué era lo que sucedía. En su contra, Riko acusó al castillo de estar encantado, y declaró que debían salir de allí cuanto antes.
—¡Y un jamón! —replicó la pelirroja a Riko. —Yo no me voy de aquí sin ver qué hay por aquí... Piensa en la de miedicas que se habrán asustado y no han explorado éste castillo... seguro que guarda tesoros de incalculable valor...
»Total... seguro que son algunos canallas intentado mantener su hogar a salvo. Los fantasmas no existen.
La chica estaba totalmente convencida de lo que decía, y el miedo no se apoderó de ella. Quizás, solo quizás, su actitud inspirase un poco a su antagonista. Igualmente, quizás su ausencia de miedo se debía a que no temía a las posibles represalias de un muerto... ¿Qué iba a hacer? ¿matarla? El mero pensar de esa situación le daba risa.
—¿¡Señor fantasma!? —vociferó a todo pulmón. —¿¡Dónde está el dormitorio principal!?
Su petición era absurda, surrealista, atroz, absurdo... pero parecía que predestinado a cumplirse. Lo que había sido lanzado como una broma, se convirtió en una situación que salía de los manuales. Una puerta que había al final del pasillo en el que se encontraban se abrió, así, sin mas.
La chica alzó una ceja, incrédula. Pero, no se achantó. Sin duda, seguiría su camino hacia esa puerta recién abierta, al menos por ver qué había allí. ¿Cómo luchar contra su curiosidad? Era peor que un gato...