9/05/2017, 22:03
Para la chica, no era algo normal lo que sucedía en ése castillo, pero tampoco era algo que realmente resaltase tanto como para sobrecogerla. Las historias de miedo, de fantasmas, de vampiros... todas se inspiraban en las demencia de alguien que había escrito un libro, fantaseando. ¿Qué diablos había que temer? Pero, para el chico era justo lo contrario, y no dudó en demostrarlo de nuevo. Al ver el pasillo, se achantó. Su valentía fue algo efímero, un sentimiento que no perduró apenas. Inspirado por las películas de terror seguro, Riko recalcó la seriedad del asunto en esas escenografías.
Aiko sin embargo no prestaba demasiada atención, su atención estaba totalmente volcada en la armadura que tenía a su vera. La miró y remiró, hasta que el joven llamó de nuevo su atención. Riko impuso que dejase en paz la armadura, recurrió incluso a preguntar si estaba loca, y solicitó en última instancia que siguiesen el camino antes de que una de esas armaduras cobrase vida.
La pelirroja miró de reojo al albino, y dejó caer un suspiro pesado y tendido. —Párate y piensa.
»Si una de éstas espadas cae "accidentalmente" te rebanará la cabeza, el brazo o lo que pille a su paso... por poco afilada que esté. ¿Acaso no es más lógico comprobarlas antes señor cuerdo?
Pese a estar fascinada de la belleza de la armadura, quizás razón tampoco le faltaba. Perder unos segundos comprobando la armadura no era nada en comparación a tener que esperar un día entero en regenerarse un corte que la decapitase... por no hablar de lo angustioso que debía ser...
—Yo no corro peligro, pero no creo que tu situación sea la misma... —aclaró la kunoichi, enfrentándose parcialmente a su miedo racial, desvelar su secreto.
Aiko sin embargo no prestaba demasiada atención, su atención estaba totalmente volcada en la armadura que tenía a su vera. La miró y remiró, hasta que el joven llamó de nuevo su atención. Riko impuso que dejase en paz la armadura, recurrió incluso a preguntar si estaba loca, y solicitó en última instancia que siguiesen el camino antes de que una de esas armaduras cobrase vida.
La pelirroja miró de reojo al albino, y dejó caer un suspiro pesado y tendido. —Párate y piensa.
»Si una de éstas espadas cae "accidentalmente" te rebanará la cabeza, el brazo o lo que pille a su paso... por poco afilada que esté. ¿Acaso no es más lógico comprobarlas antes señor cuerdo?
Pese a estar fascinada de la belleza de la armadura, quizás razón tampoco le faltaba. Perder unos segundos comprobando la armadura no era nada en comparación a tener que esperar un día entero en regenerarse un corte que la decapitase... por no hablar de lo angustioso que debía ser...
—Yo no corro peligro, pero no creo que tu situación sea la misma... —aclaró la kunoichi, enfrentándose parcialmente a su miedo racial, desvelar su secreto.