9/05/2017, 22:42
(Última modificación: 29/07/2017, 02:12 por Amedama Daruu.)
El muchacho se dirigió a Kori con los ojos brillando como dos perlas, ilusionado como un crío, solicitante, expectante.
—Por qué no. Será mejor reservar las provisiones para la vuelta —accedió, y Ayame casi dio un bote de la emoción—. Pero primero debemos reservar la habitación.
—¡Bieeeen! —exclamó Daruu, flexionando uno de sus codos y cerrando el puño señalando su victoria.
—¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! —exclamó Ayame con una sonrisa de niña, y corrió hacia el mostrador.
«Mírala, si parece una chiquilla de cinco años», pensó Daruu, irónicamente, cruzándose de brazos y observándola sonriendo.
Mientras los genin protagonizaban ese espectáculo tan lamentable, alguien en las cocinas levantó las manos de una masa de pizza en ciernes. Se remojó para limpiarse y salió a recibirles, aún manchado de harina hasta los codos y con el delantal puesto. «Este es de los buenos, ¡va a estar de rechupete!». Era un hombre mayor, gordo, de rostro afilado y ya con muy poco pelo, que cubría con un pañuelo blanco.
—¡Hooombre! Ya me temía que fuera a hacer pizza sólo para mí. Mira que últimamente estaba viniendo bastante gente, pero me han dejado colgado hoy, precisamente, de todos los días. —Chasqueó la lengua—. Pues mira, me parece que os váis a hinchar, porque había hecho para al menos diez personas, y ya casi están todas en los hornos. Y mañana ya no está buena... Para tirarla...
Daruu se acercó al mostrador, muy serio. Se apoyó con ambas manos en él, y anunció:
—No se preocupe. No le decepcionaré. —Sus ojos, blancos como la luz del día, brillaron, si se podía decir así, un poquito más.
—Esto... sí. Vale. Bueno, supongo que querréis habitación también, ¿no? He pensado muchas veces hacerlo diferente, pero de momento la cena se sirve para los que se hospedan —explicó—. Son 40 ryou la noche, por persona. La cena va incluída en el precio. Y el desayuno. Importamos unos bollitos de vainilla de una pastelería de Amegakure que están...
«Otro tanto para mamá. Yey.»
—Por qué no. Será mejor reservar las provisiones para la vuelta —accedió, y Ayame casi dio un bote de la emoción—. Pero primero debemos reservar la habitación.
—¡Bieeeen! —exclamó Daruu, flexionando uno de sus codos y cerrando el puño señalando su victoria.
—¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! —exclamó Ayame con una sonrisa de niña, y corrió hacia el mostrador.
«Mírala, si parece una chiquilla de cinco años», pensó Daruu, irónicamente, cruzándose de brazos y observándola sonriendo.
Mientras los genin protagonizaban ese espectáculo tan lamentable, alguien en las cocinas levantó las manos de una masa de pizza en ciernes. Se remojó para limpiarse y salió a recibirles, aún manchado de harina hasta los codos y con el delantal puesto. «Este es de los buenos, ¡va a estar de rechupete!». Era un hombre mayor, gordo, de rostro afilado y ya con muy poco pelo, que cubría con un pañuelo blanco.
—¡Hooombre! Ya me temía que fuera a hacer pizza sólo para mí. Mira que últimamente estaba viniendo bastante gente, pero me han dejado colgado hoy, precisamente, de todos los días. —Chasqueó la lengua—. Pues mira, me parece que os váis a hinchar, porque había hecho para al menos diez personas, y ya casi están todas en los hornos. Y mañana ya no está buena... Para tirarla...
Daruu se acercó al mostrador, muy serio. Se apoyó con ambas manos en él, y anunció:
—No se preocupe. No le decepcionaré. —Sus ojos, blancos como la luz del día, brillaron, si se podía decir así, un poquito más.
—Esto... sí. Vale. Bueno, supongo que querréis habitación también, ¿no? He pensado muchas veces hacerlo diferente, pero de momento la cena se sirve para los que se hospedan —explicó—. Son 40 ryou la noche, por persona. La cena va incluída en el precio. Y el desayuno. Importamos unos bollitos de vainilla de una pastelería de Amegakure que están...
«Otro tanto para mamá. Yey.»