10/05/2017, 05:36
(Última modificación: 10/05/2017, 17:44 por Hanamura Kazuma.)
El vehículo avanzaba con buena velocidad, dando pequeños tumbos de vez en cuando. En su interior apenas se podía ver la silueta de los otros pasajeros, arrebujados sobre sí mismos para mantener cerca el vital calor.
El piloto se asomo un momento al interior y grito algo un tanto difícil de comprender:
—¡Se acerca una leve ventisca, prepárense!
Kōtetsu asomo su cabeza tanto como pudo a través de la abertura. Miro el camino que tenían por delante, y solo pudo ver una enorme nube blanca y helada que se movía a ras del suelo con gran velocidad. No comprendía de que se trataba, pues la palabra ventisca le era desconocida, pero le pareció suficientemente amenazante como para devolverse al interior y acomodar las pieles como estaban anteriormente.
De pronto, el trineo se sacudió como si fuese golpeado por una tempestad rugiente. La velocidad disminuyo un poco, pero en ningún momento se detuvo. La estructura se agitaba con fuerza, amenazando con despedazarse, y por la más mínima de las hendiduras se filtraba un frio colérico. Por si no fuese suficiente, la poca luz diurna que les llegaba desde afuera se opaco hasta dar la impresión de que estaban en medio de un crepúsculo helado. Y el aullido de los feroces vientos cargados de escarcha impedían que cualquiera pudiese conciliar un poco de tranquilidad.
—Tranquilos, es solo una pequeña tormenta veraniega —aseguro uno de los hombres que les acompañaba a bordo.
El sujeto era bajito y fornido, un nativo de aquellos que se habían encargado de subir las maletas al trineo. Tomo un pequeño frasco y se dispuso a alimentar la lámpara que les proporcionaba un poco de luz y nada de calor. La llama se avivo, trayendo consigo un ambiente un poco más iluminado y confortable. Habiendo hecho eso, el hombre tomo una caja y la coloco en el centro, quedando parcialmente iluminado por el candil encima de él, se sentó encima y se cubrió con una gruesa y cálida piel que arrastraba consigo.
—Puede que esto dure un rato, señores, y aun nos falta mucho para llegar al pueblo —aseguro, con cierto tono de diversión—. ¡Pues bien! Esta es una buena oportunidad para contarles una historia y que aprendan un poco sobre nuestro pueblo... ¿Que les parece?
El sujeto esperaría a que todos dieran su aprobación, y que prestaran atención, antes de comenzar su relato.
El piloto se asomo un momento al interior y grito algo un tanto difícil de comprender:
—¡Se acerca una leve ventisca, prepárense!
Kōtetsu asomo su cabeza tanto como pudo a través de la abertura. Miro el camino que tenían por delante, y solo pudo ver una enorme nube blanca y helada que se movía a ras del suelo con gran velocidad. No comprendía de que se trataba, pues la palabra ventisca le era desconocida, pero le pareció suficientemente amenazante como para devolverse al interior y acomodar las pieles como estaban anteriormente.
De pronto, el trineo se sacudió como si fuese golpeado por una tempestad rugiente. La velocidad disminuyo un poco, pero en ningún momento se detuvo. La estructura se agitaba con fuerza, amenazando con despedazarse, y por la más mínima de las hendiduras se filtraba un frio colérico. Por si no fuese suficiente, la poca luz diurna que les llegaba desde afuera se opaco hasta dar la impresión de que estaban en medio de un crepúsculo helado. Y el aullido de los feroces vientos cargados de escarcha impedían que cualquiera pudiese conciliar un poco de tranquilidad.
—Tranquilos, es solo una pequeña tormenta veraniega —aseguro uno de los hombres que les acompañaba a bordo.
El sujeto era bajito y fornido, un nativo de aquellos que se habían encargado de subir las maletas al trineo. Tomo un pequeño frasco y se dispuso a alimentar la lámpara que les proporcionaba un poco de luz y nada de calor. La llama se avivo, trayendo consigo un ambiente un poco más iluminado y confortable. Habiendo hecho eso, el hombre tomo una caja y la coloco en el centro, quedando parcialmente iluminado por el candil encima de él, se sentó encima y se cubrió con una gruesa y cálida piel que arrastraba consigo.
—Puede que esto dure un rato, señores, y aun nos falta mucho para llegar al pueblo —aseguro, con cierto tono de diversión—. ¡Pues bien! Esta es una buena oportunidad para contarles una historia y que aprendan un poco sobre nuestro pueblo... ¿Que les parece?
El sujeto esperaría a que todos dieran su aprobación, y que prestaran atención, antes de comenzar su relato.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)