10/05/2017, 17:52
Ambos entraron en el enorme salón, que claramente llamó la atención de la pelirroja. Para Riko no fue menos, aunque el interés de éste radicó principalmente en los cuadros que decoraban el lugar. Éstos, que claramente eran trazos de color negro y rojo sin objetivo alguno, realmente sobresaltaban en una sala con tanta clase como esa. Además, podía apenas distinguirse polvo sobre ellos, lo cual solo indicaba una cosa... Habían sido tocados recientemente.
El peliblanco rápidamente preguntó que si le extrañaban esos cuadros, aunque esa pregunta era bastante retórica... ¿cómo no dejarla extrañada? Lo normal serían retratos de los reyes, de la princesa, del dragón o buenamente de algún paisaje. Pero no esa liada de rayas sin ton ni son, que parecían hechas por un niño de 3 años apenas.
—Claro que son extraños... un niño de 2 años dibuja mejor... —respondió sin titubear.
Sin demora, Riko no tardó en preguntar por donde debían seguir. Ahora, no había ningún camino abierto o indicado, por lo cuál quedaba todo a libre albedrío. La chica dio un último vistazo al sitio, y cuando lo hizo, allí la vio. Sobre el sillón principal, había un tremebundo tesoro —una corona— que aguardaba a su rey o reina. Sin dudar un solo segundo, la chica caminó hacia el trono de piedra caliza, en pos de pillar esa corona oxidada.
—Por aquí mismo, no sé...
No quería asustar de nuevo al chico con su intención, así que optó por lo mas sencillo, una media verdad. Lejos de intencionarse en ir hacia las puertas del final de la sala, la chica se puso como objetivo tomar el metal oxidado. Caminó hacia las puertas del final, pero en última instancia, se giró y tomó la corona, así, sin más.
—Hey... mira que buen hallazgo. —corroboró mostrando la corona a Riko. —Una corona de un castillo encantado... jajajaja.
Pero, lejos de quedar como una mera broma, todas las puertas se cerraron de golpe. De nuevo, el silencio era rey.
Oh-oh... —indicó su culpabilidad. —¿El rey muerto se habrá enfadado?
El peliblanco rápidamente preguntó que si le extrañaban esos cuadros, aunque esa pregunta era bastante retórica... ¿cómo no dejarla extrañada? Lo normal serían retratos de los reyes, de la princesa, del dragón o buenamente de algún paisaje. Pero no esa liada de rayas sin ton ni son, que parecían hechas por un niño de 3 años apenas.
—Claro que son extraños... un niño de 2 años dibuja mejor... —respondió sin titubear.
Sin demora, Riko no tardó en preguntar por donde debían seguir. Ahora, no había ningún camino abierto o indicado, por lo cuál quedaba todo a libre albedrío. La chica dio un último vistazo al sitio, y cuando lo hizo, allí la vio. Sobre el sillón principal, había un tremebundo tesoro —una corona— que aguardaba a su rey o reina. Sin dudar un solo segundo, la chica caminó hacia el trono de piedra caliza, en pos de pillar esa corona oxidada.
—Por aquí mismo, no sé...
No quería asustar de nuevo al chico con su intención, así que optó por lo mas sencillo, una media verdad. Lejos de intencionarse en ir hacia las puertas del final de la sala, la chica se puso como objetivo tomar el metal oxidado. Caminó hacia las puertas del final, pero en última instancia, se giró y tomó la corona, así, sin más.
—Hey... mira que buen hallazgo. —corroboró mostrando la corona a Riko. —Una corona de un castillo encantado... jajajaja.
Pero, lejos de quedar como una mera broma, todas las puertas se cerraron de golpe. De nuevo, el silencio era rey.
Oh-oh... —indicó su culpabilidad. —¿El rey muerto se habrá enfadado?