10/05/2017, 20:22
— Buen punto. — Alegó la joven ante el punto de vista del calvo y rió con él, y observó detenidamente como se volvía a adelantar para tocar un número total de tres veces la puerta de aquella casa.
No se escuchó nada al otro lado de la puerta, y la joven ya dudaba un poco de que el hombre de nombre Yamamoto se encontrase dentro del lugar.
— Puede que no est-
Sin embargo, las palabras de Eri quedaron cortadas porque la puerta se abrió lentamente, poco a poco; sin hacer casi ruido. Del otro lado emergió una pequeña cabellera verdosa recogida en una coleta alta y corta, unos ojos rojizos y grandes que miraban a ambos shinobi y una tímida sonrisa a la que le faltaba un diente.
— Holi... ¿Queréis algo...? — Preguntó con voz inocente aun sin salir del todo fuera. Eri sonrió ante aquello. Seguramente el niño no rozaba ni los cinco años de edad, era pequeño y le daban ganas de abrazarlo fuertemente.
— Hola pequeño. — Saludó ella poniéndose de rodillas. — Mi nombre es Eri y este de aquí es Karamaru-san. — Se presentó antes de que pensase algo raro. — Somos shinobi y venimos a hablar con un señor llamado Yamamoto, ¿vive aquí?
El chico miró al calvo, y luego dijo:
— No me gustan los shinobis... Mi mami era una y murió... ¡Los shinobi son caca!
Y con un buen golpe cerró la puerta de la casa.
No se escuchó nada al otro lado de la puerta, y la joven ya dudaba un poco de que el hombre de nombre Yamamoto se encontrase dentro del lugar.
— Puede que no est-
Sin embargo, las palabras de Eri quedaron cortadas porque la puerta se abrió lentamente, poco a poco; sin hacer casi ruido. Del otro lado emergió una pequeña cabellera verdosa recogida en una coleta alta y corta, unos ojos rojizos y grandes que miraban a ambos shinobi y una tímida sonrisa a la que le faltaba un diente.
— Holi... ¿Queréis algo...? — Preguntó con voz inocente aun sin salir del todo fuera. Eri sonrió ante aquello. Seguramente el niño no rozaba ni los cinco años de edad, era pequeño y le daban ganas de abrazarlo fuertemente.
— Hola pequeño. — Saludó ella poniéndose de rodillas. — Mi nombre es Eri y este de aquí es Karamaru-san. — Se presentó antes de que pensase algo raro. — Somos shinobi y venimos a hablar con un señor llamado Yamamoto, ¿vive aquí?
El chico miró al calvo, y luego dijo:
— No me gustan los shinobis... Mi mami era una y murió... ¡Los shinobi son caca!
Y con un buen golpe cerró la puerta de la casa.