10/05/2017, 20:38
Mientras caminaban por las abarrotadas y calurosas calles de Yamiria, franqueadas por edificios de arquitectura clásica, tejados predominantemente rojos y arcos torii a cada cierta distancia, Akame no pudo evitar pensar en su primera misión como shinobi. En aquella ocasión habían recibido el encargo de entregar una vasta cantidad de invitaciones para la fiesta de un noble de Uzushio, y, pese a que la misión acabó complicándose más allá de lo imaginable, al final entre él, Hagakure Kotetsu y Haskoz consiguieron su primer éxito.
¿Sería lo mismo aquella vez? Conocía a Noemi —no en vano había vivido una tensa y peligrosa aventura junto a ella en un pueblo perdido de Hi no Kuni—, pero el otro chico... «No tiene ni idea. ¿Por qué lo asignarían con nosotros?», se lamentó Akame.
A la pregunta de Datsue, la kunoichi le contestó de forma tajantemente dura. Akame no creyó necesario añadir más, pues el encargo era claro; identificar al responsable de los robos. Nada se especificaba de capturarlo, detenerlo o intervenir en modo alguno... De lo contrario, quizá la misión no se hubiera clasificado como de riesgo D.
Caminaron durante unos quince minutos hasta que, a base de preguntar a los ciudadanos, consiguieron llegar hasta la tienda de la señora Tofu Rin. Era un local pequeño, de una sola planta, que hacía esquina con un estrecho callejón. La entrada principal, una puerta corredera de estilo tradicional, daba a la concurrida calle. Mientras que una escueta ventanilla para desperdicios salía al callejón de al lado; un diseño pensado para facilitar a los comerciantes y habitantes de la zona el tirar la basura con comodidad.
—¡Ah, por fin!
La puerta corredera de la tienda, que estaba entreabierta, se deslizó con un crujido. Tras ella apareció una mujer entrada en años, muy bajita y de pelo canoso. Su rostro surcado de arrugas exhibía una expresión dura y severa como una moneda de hierro, y sus ojos castaños brillaban con astucia.
—Supongo que vosotros sois los ninjas que el Remolino ha enviado para ayudarme, ¿verdad? —inquirió, observando la bandana de Akame—. ¡Llegáis tarde! ¡Se suponía que debía esperaros a primera hora de la mañana! —protestó.
—En efecto, Tofu-san —contestó Akame, tratando de sonar lo más diplomático posible—. Mi nombre es Uchiha Akame.
¿Sería lo mismo aquella vez? Conocía a Noemi —no en vano había vivido una tensa y peligrosa aventura junto a ella en un pueblo perdido de Hi no Kuni—, pero el otro chico... «No tiene ni idea. ¿Por qué lo asignarían con nosotros?», se lamentó Akame.
A la pregunta de Datsue, la kunoichi le contestó de forma tajantemente dura. Akame no creyó necesario añadir más, pues el encargo era claro; identificar al responsable de los robos. Nada se especificaba de capturarlo, detenerlo o intervenir en modo alguno... De lo contrario, quizá la misión no se hubiera clasificado como de riesgo D.
Caminaron durante unos quince minutos hasta que, a base de preguntar a los ciudadanos, consiguieron llegar hasta la tienda de la señora Tofu Rin. Era un local pequeño, de una sola planta, que hacía esquina con un estrecho callejón. La entrada principal, una puerta corredera de estilo tradicional, daba a la concurrida calle. Mientras que una escueta ventanilla para desperdicios salía al callejón de al lado; un diseño pensado para facilitar a los comerciantes y habitantes de la zona el tirar la basura con comodidad.
—¡Ah, por fin!
La puerta corredera de la tienda, que estaba entreabierta, se deslizó con un crujido. Tras ella apareció una mujer entrada en años, muy bajita y de pelo canoso. Su rostro surcado de arrugas exhibía una expresión dura y severa como una moneda de hierro, y sus ojos castaños brillaban con astucia.
—Supongo que vosotros sois los ninjas que el Remolino ha enviado para ayudarme, ¿verdad? —inquirió, observando la bandana de Akame—. ¡Llegáis tarde! ¡Se suponía que debía esperaros a primera hora de la mañana! —protestó.
—En efecto, Tofu-san —contestó Akame, tratando de sonar lo más diplomático posible—. Mi nombre es Uchiha Akame.