11/05/2017, 03:23
—Esta es la historia de Hakushi, de mi gente y de cómo llegamos aquí… Pero principalmente es sobre como sobrevivimos en estas tierras heladas y como las hicimos nuestras.
Aquel sujeto se arrebujo en su puesto, tratando de ponerse cómodo a pesar de la gélida situación. Aclaro un poco su suave pero nítida voz y, a la media luz amarillenta de aquella lámpara, comenzó su relato:
—Hace mucho tiempo, mas del que cualquier registro histórico pudiese corroborar, llegamos desde un continente asolado por la destrucción y el fuego de la guerra. Eran tiempo oscuros, y en cualquier lugar que pudiese florecer la vida también lo hacia la muerte. El hombre se reunía en grandes grupos armados cuya única finalidad era acabar con sus semejantes… Aquello no era una guerra, era un epidemia de locura que infecto la mente de los seres humanos mostrándoles futuros imposibles en las danzantes llamas de la destrucción.
»Siendo nuestro pueblo uno de los pocos que aun permanecían puros, decidimos escapar de la demencia colectiva. Dejamos muchas cosas atrás, incluidos nuestros conocimientos ancestrales y nuestra propia identidad…, cosas inútiles en lo poco que quedaba de mundo. Vagamos durante mucho tiempo, en busca de un sitio en el que pudiésemos hallar la paz, pero parecía que estábamos condenados a sucumbir ante la crueldad del mundo.
»Sin embargo, un día, un sabio nos hablo de una lejana y oscura tierra, un pavoroso recuerdo de su juventud. Mucho nos advirtió de que aquella no era una región que pudiese ser habitada por el hombre, pues estaba muerta y era reservada para seres antiguos e incomprensibles, que adoraban a dioses mucho más crueles que los nuestros. Mucho dudamos, pero al final una idea se impuso en nosotros:
»“Para salvarnos de la locura humana, hemos de huir hasta un lugar en donde los humanos comunes no puedan llegar, pues su delirio les impulsa a buscar y destruir la vida… Huyamos pues aun lugar desolado, donde la muerte oculte nuestra existencia. Hagámonos muertos, ya que es la única forma de evitar la locura.”
En ese entonces, ninguno comprendía lo oscura y fría que podía llegar a ser la muerte.
El hombre se detuvo un momento para descansar, pues con aquellas temperaturas el mantener su voz por encima de la ventisca requería un enorme esfuerzo. Se detuvo y miro a cada uno de los pasajeros, en busca de aquellos que estuviesen prestando atención.
—¿Les parece si continuo? ¿O mi vieja historia les aburre demasiado? —pregunto, con aire de hacerse el difícil.
Aquel sujeto se arrebujo en su puesto, tratando de ponerse cómodo a pesar de la gélida situación. Aclaro un poco su suave pero nítida voz y, a la media luz amarillenta de aquella lámpara, comenzó su relato:
—Hace mucho tiempo, mas del que cualquier registro histórico pudiese corroborar, llegamos desde un continente asolado por la destrucción y el fuego de la guerra. Eran tiempo oscuros, y en cualquier lugar que pudiese florecer la vida también lo hacia la muerte. El hombre se reunía en grandes grupos armados cuya única finalidad era acabar con sus semejantes… Aquello no era una guerra, era un epidemia de locura que infecto la mente de los seres humanos mostrándoles futuros imposibles en las danzantes llamas de la destrucción.
»Siendo nuestro pueblo uno de los pocos que aun permanecían puros, decidimos escapar de la demencia colectiva. Dejamos muchas cosas atrás, incluidos nuestros conocimientos ancestrales y nuestra propia identidad…, cosas inútiles en lo poco que quedaba de mundo. Vagamos durante mucho tiempo, en busca de un sitio en el que pudiésemos hallar la paz, pero parecía que estábamos condenados a sucumbir ante la crueldad del mundo.
»Sin embargo, un día, un sabio nos hablo de una lejana y oscura tierra, un pavoroso recuerdo de su juventud. Mucho nos advirtió de que aquella no era una región que pudiese ser habitada por el hombre, pues estaba muerta y era reservada para seres antiguos e incomprensibles, que adoraban a dioses mucho más crueles que los nuestros. Mucho dudamos, pero al final una idea se impuso en nosotros:
»“Para salvarnos de la locura humana, hemos de huir hasta un lugar en donde los humanos comunes no puedan llegar, pues su delirio les impulsa a buscar y destruir la vida… Huyamos pues aun lugar desolado, donde la muerte oculte nuestra existencia. Hagámonos muertos, ya que es la única forma de evitar la locura.”
En ese entonces, ninguno comprendía lo oscura y fría que podía llegar a ser la muerte.
El hombre se detuvo un momento para descansar, pues con aquellas temperaturas el mantener su voz por encima de la ventisca requería un enorme esfuerzo. Se detuvo y miro a cada uno de los pasajeros, en busca de aquellos que estuviesen prestando atención.
—¿Les parece si continuo? ¿O mi vieja historia les aburre demasiado? —pregunto, con aire de hacerse el difícil.