14/05/2017, 13:10
Ante la afirmativa de Karamaru, a Eri no le quedaba otra que seguirle con cuidado de no pisar donde no debiese. Claro, solo había que bordear el vallado, pero, ¿y si algún cultivo se había salido porque era un rebelde? Así que con la mirada puesta en el suelo, ambos llegaron a sitio donde se encontraba el hombre. Karamaru, por su parte, había saludado al hombre desde una lejanía corta, Eri hizo lo mismo, pero cuando ya estaban más cerca.
El hombre alzó la mirada y sonrió de forma amable a los recién llegados.
— Vaya, no suelo recibir visitas, y menos de dos chiquillos como vosotros. — Su tono de voz sonaba tranquila, y su expresión era agradable. — ¿Qué os trae por aquí, jóvenes? — El hombre se levantó de su asiento y ambos pudieron ver que era bastante alto, unas dos o tres cabezas más que Eri.
— Discúlpenos señor, mi nombre es Furukawa Eri y mi compañero es Habaki Karamaru, venimos porque nos han indicado que este lugar es el hogar de Yamamoto-san. — Explicó. — Por eso nos preguntábamos si estábamos en lo cierto, si no, disculpe las molestias que hayamos podido causar. — Aquello último lo dijo mientras dejaba caer su cabeza en una pequeña reverencia.
El hombre alzó las cejas y luego miró al chico que se encontraba a su lado.
— Dejaos de formalidades, soy un pueblerino y no me gustan esas cosas. — Restó importancia moviendo su mano derecha. — Y sí, yo soy Yamamoto, ¿qué os trae en mis terrenos?
El hombre alzó la mirada y sonrió de forma amable a los recién llegados.
— Vaya, no suelo recibir visitas, y menos de dos chiquillos como vosotros. — Su tono de voz sonaba tranquila, y su expresión era agradable. — ¿Qué os trae por aquí, jóvenes? — El hombre se levantó de su asiento y ambos pudieron ver que era bastante alto, unas dos o tres cabezas más que Eri.
— Discúlpenos señor, mi nombre es Furukawa Eri y mi compañero es Habaki Karamaru, venimos porque nos han indicado que este lugar es el hogar de Yamamoto-san. — Explicó. — Por eso nos preguntábamos si estábamos en lo cierto, si no, disculpe las molestias que hayamos podido causar. — Aquello último lo dijo mientras dejaba caer su cabeza en una pequeña reverencia.
El hombre alzó las cejas y luego miró al chico que se encontraba a su lado.
— Dejaos de formalidades, soy un pueblerino y no me gustan esas cosas. — Restó importancia moviendo su mano derecha. — Y sí, yo soy Yamamoto, ¿qué os trae en mis terrenos?