14/05/2017, 23:35
Detrás del mostrador, el mismo chūnin de cabellos castaños que se encontró la primera vez que fue a pedir misión, se abanicaba efusivamente en un vano intento por apaciguar el calor que hacía dentro del edificio.
—Buenos días. Quería solicitar una misión. Kazama Ritsuko, genin con solo una misión rango D cumplida —saludó Ritsuko, llamando la atención del joven que de inmediato abandonó sus papeles para centrar toda su atención en la recién llegada.
—¡Bienv...! —Inició el saludo, con una sonrisa. Pero enseguida en sus ojos apareció el destello del reconocimiento y su rostro se congeló en una mueca—. Oh, eres tú de nuevo. Vaya, hacía mucho que no te pasabas por aquí —Le replicó, con cierto rintintín. Ni siquiera le prestó atención a la bandana que la chica había desatado de su cintura y ahora zarandeaba frente a sus ojos en un intento de identificarse. Sacudió la mano, señalando las escaleras más cercanas—. Morikage-sama está en su despacho. Puedes ir a pedirle una misión tu misma. Penúltima planta.
Las escaleras que el chūnin le señalaba ascendían en caracol varias decenas de metros de altura, interrumpida solamente por los diferentes pisos por los que iba pasando Ritsuko. Al final de la escalinata, en la penúltima planta, dos portones con el kanji 森 grabado en grande en ellos, se alzaban imponentes sobre la pequeña genin.