15/05/2017, 20:37
(Última modificación: 29/07/2017, 02:12 por Amedama Daruu.)
Probablemente al escuchar la mínima mención de los bollitos de vainilla de Kiroe, el hermano de Ayame ya había depositado las monedas necesarias para la estancia del trío sobre el mostrador. El encargado les tendió una pequeña llave de bronce, y con un gesto, les apremió para que le siguieran.
«¿P... pero y la cena?»
Daruu hinchó los mofletes y se cruzó de brazos. Malhumorado, acompañó a su equipo y al posadero al piso de arriba por unas escaleras que crujían terriblemente a cada paso, como una rata a la que le pisan la cola. Allá les esperaba un pasillo iluminado por velas, con sendas filas de puertas paralelas. El posadero les guió a la primera que quedaba a su derecha:
—Esta es vuestra habitación. Sentíos libres de acomodaros todo lo que gustéis. La cena estará a partir de las diez en el comedor. Ya sabéis, abajo, la puerta de la derecha.
—Gracias, allí estaremos —respondió Kōri, con una ligera inclinación de cabeza.
—¡Muchas gracias, señor! —coreó Ayame.
—G... gracias —contestó Daruu.
«¿¡Las diez!? ¡Quedan veinte minutos para las diez!», pensó, echando un vistazo al reloj de pared colgado al fondo de la habitación, detrás de los tres futones donde iban a dormir. Kori dejó su mochila de viaje a los pies del central. Daruu fue hacia el de la derecha, y depositó el suyo allí. Justo al lado, a unos pasos, estaba la puerta que daba al cuarto de baño.
—Ah... Espero que haya agua caliente —suspiró Ayame.
—¿Crees que habrá agua caliente en un lugar tan frío como este? Yo me contentaría con que estuviese templada o no muy fría, la verdad —dijo Daruu, encogiéndose de hombros—. Aunque la calefacción es buena. Menudo cambio con fuera. —Se dirigió detrás de los futones, donde habían tres discretas ventanas tapadas por cortinillas verdes opacas. Retiró una de ellas y limpió el vaho del cristal con la mano, observando el exterior con curiosidad—. Y los cristales son súper aislantes. No se cuela nada de frío.
—Cuando estéis listos podemos bajar a cenar —dijo Kōri.
—Aún quedan veinte minutos. Por mucho que me duela, y créeme, Kori-sensei, me duele —dijo, inclinándose levemente y llevándose la mano al corazón—, es mejor si no presionamos al cocinero. Tenía pinta de saber lo que hace, y puedo esperar un poco si voy a probar una delicatessen.
Balanceó los brazos hacia atrás y hacia adelante y se sentó sobre el futón.
—Siempre me ha gustado Yukio. No especialmente por la nieve, sino... por la arquitectura. Las casitas pequeñas, las farolas, los puentes. Coladragón también es parecido. A veces, vivir en una gran ciudad como Amegakure, o aún peor, Shinogi-to, puede ser agobiante. A mí que me gusta la tranquilidad...
«¿P... pero y la cena?»
Daruu hinchó los mofletes y se cruzó de brazos. Malhumorado, acompañó a su equipo y al posadero al piso de arriba por unas escaleras que crujían terriblemente a cada paso, como una rata a la que le pisan la cola. Allá les esperaba un pasillo iluminado por velas, con sendas filas de puertas paralelas. El posadero les guió a la primera que quedaba a su derecha:
—Esta es vuestra habitación. Sentíos libres de acomodaros todo lo que gustéis. La cena estará a partir de las diez en el comedor. Ya sabéis, abajo, la puerta de la derecha.
—Gracias, allí estaremos —respondió Kōri, con una ligera inclinación de cabeza.
—¡Muchas gracias, señor! —coreó Ayame.
—G... gracias —contestó Daruu.
«¿¡Las diez!? ¡Quedan veinte minutos para las diez!», pensó, echando un vistazo al reloj de pared colgado al fondo de la habitación, detrás de los tres futones donde iban a dormir. Kori dejó su mochila de viaje a los pies del central. Daruu fue hacia el de la derecha, y depositó el suyo allí. Justo al lado, a unos pasos, estaba la puerta que daba al cuarto de baño.
—Ah... Espero que haya agua caliente —suspiró Ayame.
—¿Crees que habrá agua caliente en un lugar tan frío como este? Yo me contentaría con que estuviese templada o no muy fría, la verdad —dijo Daruu, encogiéndose de hombros—. Aunque la calefacción es buena. Menudo cambio con fuera. —Se dirigió detrás de los futones, donde habían tres discretas ventanas tapadas por cortinillas verdes opacas. Retiró una de ellas y limpió el vaho del cristal con la mano, observando el exterior con curiosidad—. Y los cristales son súper aislantes. No se cuela nada de frío.
—Cuando estéis listos podemos bajar a cenar —dijo Kōri.
—Aún quedan veinte minutos. Por mucho que me duela, y créeme, Kori-sensei, me duele —dijo, inclinándose levemente y llevándose la mano al corazón—, es mejor si no presionamos al cocinero. Tenía pinta de saber lo que hace, y puedo esperar un poco si voy a probar una delicatessen.
Balanceó los brazos hacia atrás y hacia adelante y se sentó sobre el futón.
—Siempre me ha gustado Yukio. No especialmente por la nieve, sino... por la arquitectura. Las casitas pequeñas, las farolas, los puentes. Coladragón también es parecido. A veces, vivir en una gran ciudad como Amegakure, o aún peor, Shinogi-to, puede ser agobiante. A mí que me gusta la tranquilidad...
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)