16/05/2017, 19:19
(Última modificación: 16/05/2017, 19:20 por Inuzuka Nabi.)
—Lo acompañare señor.
Viendo el cambio repentino del muchacho el hombre cambió su expresión a una más alegre, con una sonrisa de oreja a oreja.
— Vamos, chico, tampoco te me vengas abajo. Solo será un ratito de entrenamiento y ni siquiera te tendrás que emplear al máximo, recuerda que es contra una estudiante. Un par de golpes por aqui y por allá y cada uno para su casa. ¿Qué podemos tardar? Nada y menos, total, los genins de hoy en día no aguantais nada. En mis tiempos tenías que recorrerte toda Amegakure con un barril a la espalda hasta que este se llenara de agua de lluvia.
Mientras hablaba empezó a andar por el pasillo y bajando las escaleras, a un ritmo lento pero continuo, esperando que Karamaru se hubiera recuperado y lo estuviera siguiendo pero sin comprobarlo. En un minuto largo ya estaban al lado del otro chunin, el que había dejado pasar a Karamaru.
— Mira, éste es de la generación donde ya no se ponía tanto empeño en el entrenamiento. Miralo, miralo. ¡Si está echando barriguita de casado y todo! Si es que os cogeis los puestos de funcionarios como si fueran unas vacaciones. ¡Hay que seguir entrenando! Ah, sí. Este joven subirá despues que se ha dejado una cosa en mi aula. Sigamos para abajo que ya casi va a ser la hora y encima me van a tachar de impuntual por tu culpa, y ya lo que me faltaba. ¡Que me llamen impuntual a mi!
El chunin ni siquiera intentó abrir la boca, solo le echó una mirada compasiva a Karamaru por la que le estaba cayendo. Tardaron lo que al calvo podrían parecerle tranquilamente unos cuantos milenios en llegar al sitio. Se trataba de un balcón grande, podían llamarlo antiguo sitio de entrenamiento, podían llamarlo reliquia de la muerte, que era un balcón grande.
Solo entrar aún estaba cubierto y había un par de bancos, para espectadores y profesores, pero la "arena", es decir, donde había que pelearse, sobresalía varios metros de la torre, dejandolo expuesto a la lluvia. Aunque llamarlo arena a lo mejor era exagerar un poco porque era una superfície de piedra con un circulo en el centro dibujado con piedra de una tonalidad más clara.
— Pues parece que aún no ha llegado.
Se fue hasta el primer banco y se sentó.
— ¡Es la primera vez que me siento en todo el día!
Viendo el cambio repentino del muchacho el hombre cambió su expresión a una más alegre, con una sonrisa de oreja a oreja.
— Vamos, chico, tampoco te me vengas abajo. Solo será un ratito de entrenamiento y ni siquiera te tendrás que emplear al máximo, recuerda que es contra una estudiante. Un par de golpes por aqui y por allá y cada uno para su casa. ¿Qué podemos tardar? Nada y menos, total, los genins de hoy en día no aguantais nada. En mis tiempos tenías que recorrerte toda Amegakure con un barril a la espalda hasta que este se llenara de agua de lluvia.
Mientras hablaba empezó a andar por el pasillo y bajando las escaleras, a un ritmo lento pero continuo, esperando que Karamaru se hubiera recuperado y lo estuviera siguiendo pero sin comprobarlo. En un minuto largo ya estaban al lado del otro chunin, el que había dejado pasar a Karamaru.
— Mira, éste es de la generación donde ya no se ponía tanto empeño en el entrenamiento. Miralo, miralo. ¡Si está echando barriguita de casado y todo! Si es que os cogeis los puestos de funcionarios como si fueran unas vacaciones. ¡Hay que seguir entrenando! Ah, sí. Este joven subirá despues que se ha dejado una cosa en mi aula. Sigamos para abajo que ya casi va a ser la hora y encima me van a tachar de impuntual por tu culpa, y ya lo que me faltaba. ¡Que me llamen impuntual a mi!
El chunin ni siquiera intentó abrir la boca, solo le echó una mirada compasiva a Karamaru por la que le estaba cayendo. Tardaron lo que al calvo podrían parecerle tranquilamente unos cuantos milenios en llegar al sitio. Se trataba de un balcón grande, podían llamarlo antiguo sitio de entrenamiento, podían llamarlo reliquia de la muerte, que era un balcón grande.
Solo entrar aún estaba cubierto y había un par de bancos, para espectadores y profesores, pero la "arena", es decir, donde había que pelearse, sobresalía varios metros de la torre, dejandolo expuesto a la lluvia. Aunque llamarlo arena a lo mejor era exagerar un poco porque era una superfície de piedra con un circulo en el centro dibujado con piedra de una tonalidad más clara.
— Pues parece que aún no ha llegado.
Se fue hasta el primer banco y se sentó.
— ¡Es la primera vez que me siento en todo el día!