16/05/2017, 20:35
—Un auténtico maestro en el dominio del hielo, y tu hermano mayor, dices —dijo Kaido, pensativo, mientras se rascaba las mejillas; y Ayame asintió con efusividad. Hinchada como un pavo real—. ¿Entonces tú también eres de las que usa hielo? ¿Es eso a lo que llaman una línea de sangre, como la mía?
«Oh, oh. Peligro.» Se advirtió Ayame para sus adentros.
Se había relajado, y había olvidado el terreno fangoso por el que se estaba moviendo. Sus ojos se desviaron inevitablemente hacia el termo de Kaido, hacia el símbolo del alquequenje. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Y en un intento de ganar tiempo para pensar su respuesta, cortó un trozo del cordero y se lo llevó a la boca. Casi masticó con meticulosidad. Pero no podía seguir callando por siempre. Y si se demoraba demasiado dispararía las sospechas del hombre-tiburón.
—No. Yo no puedo utilizar el hielo. Mi hermano lo heredó de mi madre —respondió, sacudiendo la cabeza—. ¿Tú también has venido a ver la Línea de los Dioses, Kaido-san? —añadió, en una magistral táctica de distracción para evadir el tema de conversación.
«Oh, oh. Peligro.» Se advirtió Ayame para sus adentros.
Se había relajado, y había olvidado el terreno fangoso por el que se estaba moviendo. Sus ojos se desviaron inevitablemente hacia el termo de Kaido, hacia el símbolo del alquequenje. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Y en un intento de ganar tiempo para pensar su respuesta, cortó un trozo del cordero y se lo llevó a la boca. Casi masticó con meticulosidad. Pero no podía seguir callando por siempre. Y si se demoraba demasiado dispararía las sospechas del hombre-tiburón.
—No. Yo no puedo utilizar el hielo. Mi hermano lo heredó de mi madre —respondió, sacudiendo la cabeza—. ¿Tú también has venido a ver la Línea de los Dioses, Kaido-san? —añadió, en una magistral táctica de distracción para evadir el tema de conversación.