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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#44
La pregunta de Kaido caló como anillo al dedo. Su interrogante no había sido más que el inicio de una grata y amable conversación entre ambos jóvenes shinobi, los cuales en un principio habrían podido arrancarse el pescuezo de no ser por la misteriosa aparición de Kurozuchi. Y algo le decía a Kaido que querría él llevase bien con quien suponía ser el miembro de su recién creado equipo ninja, cosa que regularmente no había podido hacer durante sus días de academia, donde el miedo fortuito hacia su persona era mucho más grande que el aprecio que alguien pudiera tener por sus diferencias, o por sus habilidades.

Sólo existía una persona que él sabía con certeza que apreciaba su existencia: y ese era Yarou-dono.

No obstante, quería creer que un equipo ninja podría traer sólo beneficios. Grandes aventuras, grandiosas rivalidades. Experiencias tan cercanas a la muerte como a la victoria, sin discriminar. Aquello le serviría para convertirse en un ser más fuerte. Para y por su clan. Para y por los Hozuki.

Esa era la razón que le motivaba a concluir aquella misión sin ningún tipo de percance. Por esa razón, no metió la nariz en el interior de aquel maletín, ni peleó con Kagetsuna durante la vigilia nocturna, en la que tendrían que cuidar el objeto de la manera más apropiada. Y tuvo que esperar hasta el amanecer para comprobar que aquello era una tarea de lo más verídica, y no una especie de prueba como lo había sugerido su compañero de un sólo ojo. No, Kurozuchi volvió a la hora prometida, con un séquito de guardias a su alrededor —junto a los hijos de Jinbë-san— para finalmente tomar el maletín y resguardar el mismo en el interior de un carruaje a las afueras de las instalaciones de la casa de empeño de la familia Utaga.

Una vez fuera, Kaido insistió a regañadientes que él quería asistir a la entrega, a pesar de las exigencias del dueño de que ellos no se embarcaran en el viaje que les llevaría hasta la ciudad de Shinogi-to. Y sin embargo, Kurozuchi estaba tan seguro de poder cuidar de ellos en caso de que algo sucediera, que no sólo les permitió subir al carruaje, sino que les entregó la vital tarea de llevar en sus manos el maletín.

Protegerlo con sus vidas. Aquello daría la sensación de que realmente estaban haciendo algo productivo con la misión, por más simple que pareciera.

***

Tras siete horas de viaje, con un par de paradas en el camino, finalmente llegaron a Shinogi-to. Kaido había ido un par de veces, pero poco se había sumergido en el corazón de tan lúgubre ciudad, donde los bajos fondos se mueven por sus rincones. Decían las malas lenguas que eran tal los negocios sucios que se cocían allí adentro que la ley no tenía ni voz ni voto en quienes realmente controlaban aquella misteriosa ciudad.

No obstante, fue la ley feudal la que recibió a la comitiva. Porque eran ellos los que debían recibir el objeto.

Sólo allí, Kaido entendió de qué se trataba todo aquello. Del por qué el misticismo detrás de un objeto. Y es que probablemente perteneciera a una rama secundaria de una de las familias más pudientes de todo Arashi no Kuni. Ese objeto probablemente valdría millones.

Pero no lo sabría nunca. Ellos tuvieron que aguardar en el carruaje, sin más. Hasta ese punto, su misión había concluido. El paquete había sido protegido y entregado con éxito.

***

Al día siguiente, el edificio de la Arashikage les recibió de nuevo. No obstante, sólo quedaba Kaido de aquel equipo, pues Kagetsuna había decidido desaparecer después de llegar a la aldea, sin dejar rastro. Esperaba que Kurozuchi enviara a alguna de sus criaturas a buscarle, como lo había hecho con Reiji, y sin embargo, no pareció demasiado interesado en cuidar de críos que simplemente no cumplían con lo demandado. Kaido, sin embargo, no tenía de otra.

Tuvo que entregar su misión, él sólo. Fue hasta la recepción y junto a su sensei, advirtió a las autoridades de que el objetivo había sido cumplido. Esperando su paga, y así también las recompensas que su primera misión cumplida traería consigo.
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RE: [Automisión D] De tiburones, tuertos y cuervos - por Umikiba Kaido - 17/05/2017, 21:33


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