26/06/2015, 19:14
(Última modificación: 26/06/2015, 19:14 por Inuzuka Nabi.)
Lo de aquel irrespetuoso estaba pasandose de castaño oscuro. No solo es él, el que abre el boquete en el suelo y se mete a lo loco en un refugio antiguo sino que ademas despierta a los unicornios del apocalipsis y se pone a gritarle a Nabi como si fuera su culpa. Alegando que él los habia "manoseado".
PERO SI NI SIQUIERA LLEGUÉ A TOCARLO. Además, han incendiado las escaleras cuando yo ni siquiera habia dicho nada de irnos. Así que obviamente quieren tu cabeza, no la mia.
Como cabia esperar de aquel Kusagakuriano cabezón y bipolar, no podia aceptar la culpa. Eso era algo más allá de sus posibilidades. Él tenia que echarsela al pobre Nabi, y no solo eso, sino que ademas tenia los cojones de enfadarse. Pero no pasa nada, porque un par de segundos despues se le pasaria y haria como que no ha pasado nada, como el bipolar que era. Esa faceta de él le estaba tocando mucho la moral.
Despues pasó a mofarse de él diciendo que hiciera de traductor.
¿Qué coño quieres que traduzca, si los unicornios no han dicho nada? No eres muy avispado eh.
De repente, el pelirrojo se dobló en una reverencia y recitó una disculpa, que era un diez por ciento de disculpa y un noventa por ciento de echarle la culpa al rubio.
Claro que sí, como no les has enfadado bastante con tus gilipolleces, encima disculpate como todo un señor. Nos va a condenar al fuego eterno.
Por un momento, los unicornios huesudos se quedaron quietos. Y todas las cabezas se giraron para mirar a Yoshimitsu. Tras unos segundos, una voz inundó el lugar. No habia forma de identificar de que parte de la habitación venia, pues resonaba por toda ella. El tono era lugubre y tenebroso, como si viniera del más allá. El caballo cornudo alfa dió un paso al frente, dando a entender que era él quien hablaba.
Estupido humano, no queremos tus disculpas. Queremos vuestras vidas.
Dicho eso, Nabi saltó con su bastón en alto y le dio en toda la cabeza al unicornio jefe. Todos los huesos de este parecieron desconectarse y cayeron al suelo haciendo un estruendo. Para segundos despues volver a montarse como si nada de esto hubiera pasado. El rubio retrocedió de nuevo. Apenas quedaban un par de metros entre los unicornios y ellos.
Bueno, ¿algún plan?
PERO SI NI SIQUIERA LLEGUÉ A TOCARLO. Además, han incendiado las escaleras cuando yo ni siquiera habia dicho nada de irnos. Así que obviamente quieren tu cabeza, no la mia.
Como cabia esperar de aquel Kusagakuriano cabezón y bipolar, no podia aceptar la culpa. Eso era algo más allá de sus posibilidades. Él tenia que echarsela al pobre Nabi, y no solo eso, sino que ademas tenia los cojones de enfadarse. Pero no pasa nada, porque un par de segundos despues se le pasaria y haria como que no ha pasado nada, como el bipolar que era. Esa faceta de él le estaba tocando mucho la moral.
Despues pasó a mofarse de él diciendo que hiciera de traductor.
¿Qué coño quieres que traduzca, si los unicornios no han dicho nada? No eres muy avispado eh.
De repente, el pelirrojo se dobló en una reverencia y recitó una disculpa, que era un diez por ciento de disculpa y un noventa por ciento de echarle la culpa al rubio.
Claro que sí, como no les has enfadado bastante con tus gilipolleces, encima disculpate como todo un señor. Nos va a condenar al fuego eterno.
Por un momento, los unicornios huesudos se quedaron quietos. Y todas las cabezas se giraron para mirar a Yoshimitsu. Tras unos segundos, una voz inundó el lugar. No habia forma de identificar de que parte de la habitación venia, pues resonaba por toda ella. El tono era lugubre y tenebroso, como si viniera del más allá. El caballo cornudo alfa dió un paso al frente, dando a entender que era él quien hablaba.
Estupido humano, no queremos tus disculpas. Queremos vuestras vidas.
Dicho eso, Nabi saltó con su bastón en alto y le dio en toda la cabeza al unicornio jefe. Todos los huesos de este parecieron desconectarse y cayeron al suelo haciendo un estruendo. Para segundos despues volver a montarse como si nada de esto hubiera pasado. El rubio retrocedió de nuevo. Apenas quedaban un par de metros entre los unicornios y ellos.
Bueno, ¿algún plan?
—Nabi—