22/05/2017, 21:37
—Por supuesto, por supuesto, pasen y pónganse cómodos —canto el dueño del hotel.
El grupo entero fue guiado hacia dentro de la estructura, a través de unas pesadas puertas doradas. En cuanto las mismas se cerraron tras de ellos, se encontraron en un increíblemente elegante vestíbulo. Era un sitio muy bien iluminado y espacioso. El frio exterior parecía ser cosa del pasado, pues una serie de grandes chimeneas se encargaban de generar unas llamas capaces de mantener una agradable calidez en el interior, junto con una buena aislación. Había multitud de braseros quemando suaves esencias, y variedad de jarrones con plantas florales que creaban un ambiente encantador.
—Es un lugar bastante bonito —señalo Naomi, fijando su mirada en el bellísimo bar, de maderas oscuras y botellas brillantes, que se alzaba en el centro.
—Es un poco extravagante, pero es bastante acogedor —concedió, mientras caminaba mirando todos los detalles y lujos.
Sus maletas fueron llevadas hasta una esquina, en donde un grupo de hombres se encargaría de llevarlas a sus respectivas habitaciones mas tarde.
—¡Su atención, por favor, mis queridos huéspedes! —exclamo con voz alta y educada el Sarutobi—. Es un simple acto de protocolo, pero necesito pasar lista para asegurarnos de que nadie se haya quedado atrás.
Kazushiro era un hombre alto y también bastante voluminoso. Su elegante cabello era de un color negro brillante y de una forma estilizada y perfecta, producto de algún tratamiento capilar extremadamente caro. Su rostro de grandes mejillas y papada lucia una constante sonrisa de aspecto ensayado, pero muy amable. Se hallaba vestído con una túnica basta, constituida de seda naranja e hilo de oro.
“Luego de ver el aspecto rudo y duro de la gente de por aquí, este sujeto parece bastante… blando y delicado.”
—¡Inoue Keisuke…! —comenzó a leer los nombre que estaban escritos en un exageradamente adornado pergamino—. ¡Hakagurē Kōtetsu…!
—Aquí estoy —respondió.
—Senju Riko…
“¡Espera! ¿Senju… Riko?” —no le tomo mucho el recordar que conocía a un muchacho con aquel mismo nombre.
Se separo de Naomi y comenzó a mirar entre los presentes, en busca de algún rasgo que se le hiciese familiar. Entre la oscuridad del trineo y los rostros cubiertos no había podido identificar a su colega. Pero ahora que aquel cabello blanquecino con destellos de azul helado estaba al aire libre, no le cavia duda de que era la persona esperada. Se acerco trotando, casi llevándose una pequeña planta en su andar, y luego le llamo.
—¡Hey, Riko-san! —exclamo, tratando de llamar su atención para que se girara hacia él—. Soy Kōtetsu ¿me recuerdas?
El grupo entero fue guiado hacia dentro de la estructura, a través de unas pesadas puertas doradas. En cuanto las mismas se cerraron tras de ellos, se encontraron en un increíblemente elegante vestíbulo. Era un sitio muy bien iluminado y espacioso. El frio exterior parecía ser cosa del pasado, pues una serie de grandes chimeneas se encargaban de generar unas llamas capaces de mantener una agradable calidez en el interior, junto con una buena aislación. Había multitud de braseros quemando suaves esencias, y variedad de jarrones con plantas florales que creaban un ambiente encantador.
—Es un lugar bastante bonito —señalo Naomi, fijando su mirada en el bellísimo bar, de maderas oscuras y botellas brillantes, que se alzaba en el centro.
—Es un poco extravagante, pero es bastante acogedor —concedió, mientras caminaba mirando todos los detalles y lujos.
Sus maletas fueron llevadas hasta una esquina, en donde un grupo de hombres se encargaría de llevarlas a sus respectivas habitaciones mas tarde.
—¡Su atención, por favor, mis queridos huéspedes! —exclamo con voz alta y educada el Sarutobi—. Es un simple acto de protocolo, pero necesito pasar lista para asegurarnos de que nadie se haya quedado atrás.
Kazushiro era un hombre alto y también bastante voluminoso. Su elegante cabello era de un color negro brillante y de una forma estilizada y perfecta, producto de algún tratamiento capilar extremadamente caro. Su rostro de grandes mejillas y papada lucia una constante sonrisa de aspecto ensayado, pero muy amable. Se hallaba vestído con una túnica basta, constituida de seda naranja e hilo de oro.
“Luego de ver el aspecto rudo y duro de la gente de por aquí, este sujeto parece bastante… blando y delicado.”
—¡Inoue Keisuke…! —comenzó a leer los nombre que estaban escritos en un exageradamente adornado pergamino—. ¡Hakagurē Kōtetsu…!
—Aquí estoy —respondió.
—Senju Riko…
“¡Espera! ¿Senju… Riko?” —no le tomo mucho el recordar que conocía a un muchacho con aquel mismo nombre.
Se separo de Naomi y comenzó a mirar entre los presentes, en busca de algún rasgo que se le hiciese familiar. Entre la oscuridad del trineo y los rostros cubiertos no había podido identificar a su colega. Pero ahora que aquel cabello blanquecino con destellos de azul helado estaba al aire libre, no le cavia duda de que era la persona esperada. Se acerco trotando, casi llevándose una pequeña planta en su andar, y luego le llamo.
—¡Hey, Riko-san! —exclamo, tratando de llamar su atención para que se girara hacia él—. Soy Kōtetsu ¿me recuerdas?