23/05/2017, 00:14
—A mí tampoco me apetece, el café no me gusta mucho que digamos —aseguro el de ojos grises, sumando su respuesta a la del Senju.
El encargado se llevo una mano al tabique, cerró los ojos y dejo escapar un largo suspiro antes de hablar:
—Suelo olvidar que lar normas de cortesía y la paciencia son virtudes no muy practicadas en estos días.
Comenzó a caminar y les hizo una seña para que le siguiesen a través de la tela que separaba el recibidor del resto del local.
—Aun queda una hora para que abramos —puntualizo, luego de observar un pequeño reloj plateado que saco del bolsillo de su chaleco—. Cuando lo hagamos será una jornada demoledora para todos, pero antes de eso necesito que sepan en clase de lugar van a trabajar, y con qué finalidad lo harán.
Detrás de aquella blanca cortina se encontraba un sitio más allá de lo imaginable por los jóvenes genin: Un ambiente acogedor y sereno, con distintos tipos de mesas y sillones distribuidos elegantemente. La decoración era todo un trabajo de colores sobrios y de un estilo clásico que resultaba vagamente familiar. Había una gran barra que estaba dividida en dos partes bien distintas; una donde yacían multitud de herramientas para preparar café, y otra que era una especie de panadería con cientos de panecillos y otros manjares. El oscuro suelo de madera relucía y la ligera luz artificial daba comodidad a los ojos, haciendo que fuese fácil el ver las escaleras en espiral que llevaban a un segundo piso.
El señor Yasuhiro les llevo hasta una de las mesas centrales, y los hizo esperar ahí mientras que iba y preparaba un trió de cafés en la barra. Cuando hubo terminado, coloco las bebidas en una bandeja, las llevo hasta la mesa y luego se sentó con una elegancia que parecía no estar dispuesto a perder en ningún momento.
—Esto… gracias por el café y la figura en forma de… ¿abanico? —alcanzo a decir el Hakagurē, que se encontraba un poco confundido con tanta ceremonia y detalle.
—No es un simple “café”: Es Makiāto, un café expreso servido con una pequeña cantidad de leche caliente y con una generosa porción de azúcar. Es una bebida sencilla, con poco amargor y cafeína, por lo que es ideal para los jóvenes cuyos gustos aun no son tan refinados.
Las pequeñas tazas permanecían humeantes y a la espera, igual que la mirada de Yasuhiro. El espadachín tomo la taza entre sus manos y la acerco a sus labios. Y puede que en aquel momento siguiese pensando que no le gustaba mucho el café, pero lo cierto es que un cierto olor a leche caliente y a grano tostado estaban cautivando su olfato.
Determinado a ver que tenia de bueno, lo probó con un ligero sorbo.
—Esta… esta delicioso —aseguro, abriendo los ojos como platos, como si fuese la primera vez que saboreaba algo tan bueno—. ¡Tienes que probarlo Riko-san!
—¡Por supuesto que esta delicioso! Soy un gastrónomo especializado en café —declaro, dejando escapar una monosílaba risa de orgullo—. Ahora que estamos en ambiente, podría contarles mucho sobre la situación, pero creo que lo mas practico es si ustedes me hacen las preguntas que crean pertinentes.
El encargado se llevo una mano al tabique, cerró los ojos y dejo escapar un largo suspiro antes de hablar:
—Suelo olvidar que lar normas de cortesía y la paciencia son virtudes no muy practicadas en estos días.
Comenzó a caminar y les hizo una seña para que le siguiesen a través de la tela que separaba el recibidor del resto del local.
—Aun queda una hora para que abramos —puntualizo, luego de observar un pequeño reloj plateado que saco del bolsillo de su chaleco—. Cuando lo hagamos será una jornada demoledora para todos, pero antes de eso necesito que sepan en clase de lugar van a trabajar, y con qué finalidad lo harán.
Detrás de aquella blanca cortina se encontraba un sitio más allá de lo imaginable por los jóvenes genin: Un ambiente acogedor y sereno, con distintos tipos de mesas y sillones distribuidos elegantemente. La decoración era todo un trabajo de colores sobrios y de un estilo clásico que resultaba vagamente familiar. Había una gran barra que estaba dividida en dos partes bien distintas; una donde yacían multitud de herramientas para preparar café, y otra que era una especie de panadería con cientos de panecillos y otros manjares. El oscuro suelo de madera relucía y la ligera luz artificial daba comodidad a los ojos, haciendo que fuese fácil el ver las escaleras en espiral que llevaban a un segundo piso.
El señor Yasuhiro les llevo hasta una de las mesas centrales, y los hizo esperar ahí mientras que iba y preparaba un trió de cafés en la barra. Cuando hubo terminado, coloco las bebidas en una bandeja, las llevo hasta la mesa y luego se sentó con una elegancia que parecía no estar dispuesto a perder en ningún momento.
—Esto… gracias por el café y la figura en forma de… ¿abanico? —alcanzo a decir el Hakagurē, que se encontraba un poco confundido con tanta ceremonia y detalle.
—No es un simple “café”: Es Makiāto, un café expreso servido con una pequeña cantidad de leche caliente y con una generosa porción de azúcar. Es una bebida sencilla, con poco amargor y cafeína, por lo que es ideal para los jóvenes cuyos gustos aun no son tan refinados.
Las pequeñas tazas permanecían humeantes y a la espera, igual que la mirada de Yasuhiro. El espadachín tomo la taza entre sus manos y la acerco a sus labios. Y puede que en aquel momento siguiese pensando que no le gustaba mucho el café, pero lo cierto es que un cierto olor a leche caliente y a grano tostado estaban cautivando su olfato.
Determinado a ver que tenia de bueno, lo probó con un ligero sorbo.
—Esta… esta delicioso —aseguro, abriendo los ojos como platos, como si fuese la primera vez que saboreaba algo tan bueno—. ¡Tienes que probarlo Riko-san!
—¡Por supuesto que esta delicioso! Soy un gastrónomo especializado en café —declaro, dejando escapar una monosílaba risa de orgullo—. Ahora que estamos en ambiente, podría contarles mucho sobre la situación, pero creo que lo mas practico es si ustedes me hacen las preguntas que crean pertinentes.