24/05/2017, 21:04
La kunoichi se negó y Daiko se encogió de hombros.
—Como quieras, Ritsuko-chan. Si en algún momento la necesitas, avísame. Soportar este calor durante tanto rato puede llegar a ser verdaderamente sofocante. ¿Verdad, Gonken?
El otro gruñó en respuesta. Aunque era evidente que no lo estaba pasando del todo bien. Había comenzado a sudar, y gruesos goterones perlaban su frente. Daiko se acomodó en su asiento, con los brazos cruzados tras la cabeza. Así continuaron el viaje, sin mucha más conversación. El paisaje a su alrededor seguía tan anodino como de costumbre. Árboles, árboles y más árboles. Algún que otro pájaro rompió la monotonía al sobrevolar sus cabezas, pero nada más. Y el calor cada vez era más sofocante. Incluso los caballos habían comenzado a resoplar con insistencia.
—Busquemos un río, Gonken. No puedo soportarlo por más tiempo y los caballos necesitan beber para continuar el viaje —suplicó un exhausto Daiko, repantigado en su asiento de cualquier manera.
Gonken asintió en silencio y giró las riendas para que los caballos abandonaran la senda. Recorrieron varios centenerares de metros entre constantes sacudidas y la tierra temblando bajo las ruedas, que crujían con pesadez. Fue entonces cuando escucharon con claridad el rumor del agua cerca de ellos y Gonken envió a los caballos en aquella dirección. Habían llegado a un pequeño claro en el que los árboles y los arbustos se abrían para dejar paso a un pequeño prado de hierba algo crecida. Al fondo, el río que habían escuchado discurría con fiereza. Aunque los caballos prácticamente se abalanzaron a beber en cuanto el carro se detuvo y los dejaron libres.
—¡Aaaaahhhh! ¡Qué ganas de estirar las piernas! Espero que no hayas estado demasiado incómoda ahí atrás. Si Gonken no ocupara como dos de nosotros podrías haber venido delante con nosotros.
El aludido volvió a gruñir. Se estaba moviendo por los alrededores del claro, recogiendo leña y dejándola en el centro del claro.
—Oye, Ritsuko-chan. Por casualidad no tendrás una manera de encender el fuego de manera rápida, ¿no? Ya sabes, dicen que los ninjas tienen habilidades mágicas y esas cosas... Así nos ahorraríamos un tiempo crucial calentando la comida...
—Como quieras, Ritsuko-chan. Si en algún momento la necesitas, avísame. Soportar este calor durante tanto rato puede llegar a ser verdaderamente sofocante. ¿Verdad, Gonken?
El otro gruñó en respuesta. Aunque era evidente que no lo estaba pasando del todo bien. Había comenzado a sudar, y gruesos goterones perlaban su frente. Daiko se acomodó en su asiento, con los brazos cruzados tras la cabeza. Así continuaron el viaje, sin mucha más conversación. El paisaje a su alrededor seguía tan anodino como de costumbre. Árboles, árboles y más árboles. Algún que otro pájaro rompió la monotonía al sobrevolar sus cabezas, pero nada más. Y el calor cada vez era más sofocante. Incluso los caballos habían comenzado a resoplar con insistencia.
—Busquemos un río, Gonken. No puedo soportarlo por más tiempo y los caballos necesitan beber para continuar el viaje —suplicó un exhausto Daiko, repantigado en su asiento de cualquier manera.
Gonken asintió en silencio y giró las riendas para que los caballos abandonaran la senda. Recorrieron varios centenerares de metros entre constantes sacudidas y la tierra temblando bajo las ruedas, que crujían con pesadez. Fue entonces cuando escucharon con claridad el rumor del agua cerca de ellos y Gonken envió a los caballos en aquella dirección. Habían llegado a un pequeño claro en el que los árboles y los arbustos se abrían para dejar paso a un pequeño prado de hierba algo crecida. Al fondo, el río que habían escuchado discurría con fiereza. Aunque los caballos prácticamente se abalanzaron a beber en cuanto el carro se detuvo y los dejaron libres.
—¡Aaaaahhhh! ¡Qué ganas de estirar las piernas! Espero que no hayas estado demasiado incómoda ahí atrás. Si Gonken no ocupara como dos de nosotros podrías haber venido delante con nosotros.
El aludido volvió a gruñir. Se estaba moviendo por los alrededores del claro, recogiendo leña y dejándola en el centro del claro.
—Oye, Ritsuko-chan. Por casualidad no tendrás una manera de encender el fuego de manera rápida, ¿no? Ya sabes, dicen que los ninjas tienen habilidades mágicas y esas cosas... Así nos ahorraríamos un tiempo crucial calentando la comida...