25/05/2017, 01:28
Justo ese día el calor no parecía tenerles piedad, era tan intenso que incluso los caballos comenzaban a quejarse y Ritsuko se había quedado literalmente estúpida mirando al cielo, con mirada perdida como si se hubiese desmayado pero seguía consciente y también respirando, por suerte.
Para cuando se comenzó a notar lo que estaba sudando la pelirroja, el más delgado de los hombres suplicó por un río, donde probablemente podrían reabastecerse de agua y de paso si se les antojaba podrían refrescarse, o al menos quitarse un poco del sudor que tendrían encima.
Por suerte para todos, había un río relativamente cerca y no tardaron en llegar. Los caballos fueron los primeros en moverse, es decir, ni bien se los liberó se fueron directamente a beber agua mientras que los demás ciertamente se tomaban algo de tiempo, especialmente la kunoichi que se le había entumecido el trasero de estar sentada durante tanto tiempo.
Ritsuko ni bien bajó del carromato comenzó a estirar las piernas tanto como podía en un intento por recuperar la sensibilidad y una vez logrado procedió a hacer lo mismo con los brazos. ~Que horror, voy a terminar toda contracturada así ~se lamentaba mientras le tronaba alguna que otra articulación.
Y justo cuando terminó lo suyo, Daiko se le acercó para preguntar una cosa que… Ciertamente ella podría proporcionarle, pero si no se hacía con cuidado podría terminar en un desastre.
—Eh… Sí, dame un momento —respondió antes de acuclillarse y comenzar a arrancar algo de hierba del suelo para dejar la tierra lo más expuesta posible.
Lo que menos quería era que se incendiara más de la cuenta por tirar un chorro de lava sobre un montón de hierba que no podía estar demasiado húmeda con el calor que hacía.
Luego de dejar un círculo de tierra sin nada de hierba y haber hecho un diminuto pozo con las manos, la kunoichi formó una serie de sellos y de la válvula presente en la mano derecha brotó un hilo de lava que fue a caer directo en el agujero. Total, bastaba con meter una rama o algún palo en la lava para que se incendiara.
—¿Sirve? —preguntó algo más animada ya poniéndose de pie y limpiándose con las manos los restos de lava que le quedaron en la válvula.
Si no se le solicitaba nada más iría hasta el río aunque sea para lavarse las manos y mojarse un poco el cabello, cosa de pasar mejor el calor que hacía.
Para cuando se comenzó a notar lo que estaba sudando la pelirroja, el más delgado de los hombres suplicó por un río, donde probablemente podrían reabastecerse de agua y de paso si se les antojaba podrían refrescarse, o al menos quitarse un poco del sudor que tendrían encima.
Por suerte para todos, había un río relativamente cerca y no tardaron en llegar. Los caballos fueron los primeros en moverse, es decir, ni bien se los liberó se fueron directamente a beber agua mientras que los demás ciertamente se tomaban algo de tiempo, especialmente la kunoichi que se le había entumecido el trasero de estar sentada durante tanto tiempo.
Ritsuko ni bien bajó del carromato comenzó a estirar las piernas tanto como podía en un intento por recuperar la sensibilidad y una vez logrado procedió a hacer lo mismo con los brazos. ~Que horror, voy a terminar toda contracturada así ~se lamentaba mientras le tronaba alguna que otra articulación.
Y justo cuando terminó lo suyo, Daiko se le acercó para preguntar una cosa que… Ciertamente ella podría proporcionarle, pero si no se hacía con cuidado podría terminar en un desastre.
—Eh… Sí, dame un momento —respondió antes de acuclillarse y comenzar a arrancar algo de hierba del suelo para dejar la tierra lo más expuesta posible.
Lo que menos quería era que se incendiara más de la cuenta por tirar un chorro de lava sobre un montón de hierba que no podía estar demasiado húmeda con el calor que hacía.
Luego de dejar un círculo de tierra sin nada de hierba y haber hecho un diminuto pozo con las manos, la kunoichi formó una serie de sellos y de la válvula presente en la mano derecha brotó un hilo de lava que fue a caer directo en el agujero. Total, bastaba con meter una rama o algún palo en la lava para que se incendiara.
—¿Sirve? —preguntó algo más animada ya poniéndose de pie y limpiándose con las manos los restos de lava que le quedaron en la válvula.
Si no se le solicitaba nada más iría hasta el río aunque sea para lavarse las manos y mojarse un poco el cabello, cosa de pasar mejor el calor que hacía.