25/05/2017, 23:14
—Ya veo... ¿Y cómo dices que se llama el sitio? —preguntó Akame, inquisitivo, con su mano diestra descansando a la espalda, sobre la empuñadura del Lamento de Hazama.
«Este tío parece un fantasmón de los buenos, con tanta palabrería... Pero si lo que dice es cierto y puede conseguirme un descuento, ¿qué pierdo con ello?», caviló el Uchiha. Al fin y al cabo, la paga de los gennin era ridículamente baja y apenas les alcanzaba para costearse el equipamiento más básico. Si aquel chico de verdad tenía contactos y podía conseguirle armas de calidad a bajo precio... Bienvenido era.
Sin embargo, lo que Datsue dijo a continuación hizo que Akame enarcase una ceja con gesto molesto. Se detuvo, mirando fijamente a los ojos a su compañero, y luego examinó su figura de arriba a abajo. Entonces soltó una risotada amarga.
—Créeme, compañero, Noemi-san es más que capaz de defenderse por sí misma —afirmó con seguridad—. Si no fueses Uchiha, diría que es ella la que tendría que protegerte a tí.
Noemi aguardó, paciente, en su escondite.
Al caer la tarde la señora Tofu se presentó en la tienda, entrando como un tren de mercancías cargado de protestas y malas palabras, pero cargando también —bajo el brazo— un paquete envuelto en papel de traza del tamaño de una caja pequeña.
—¡Pero bueno, ¿dónde demonios se habrán metido estos niños?! —rugió, sin llegar a ver a la kunoichi—. ¡Y me han dejado toda la tienda hecha un desastre, al menos podrían haber tenido la decencia de limpiar!
Pateó una de las estanterías y más productos cayeron para estamparse contra el suelo y ensuciar todavía más el local.
—¡Me cago en su puta madre!
«Este tío parece un fantasmón de los buenos, con tanta palabrería... Pero si lo que dice es cierto y puede conseguirme un descuento, ¿qué pierdo con ello?», caviló el Uchiha. Al fin y al cabo, la paga de los gennin era ridículamente baja y apenas les alcanzaba para costearse el equipamiento más básico. Si aquel chico de verdad tenía contactos y podía conseguirle armas de calidad a bajo precio... Bienvenido era.
Sin embargo, lo que Datsue dijo a continuación hizo que Akame enarcase una ceja con gesto molesto. Se detuvo, mirando fijamente a los ojos a su compañero, y luego examinó su figura de arriba a abajo. Entonces soltó una risotada amarga.
—Créeme, compañero, Noemi-san es más que capaz de defenderse por sí misma —afirmó con seguridad—. Si no fueses Uchiha, diría que es ella la que tendría que protegerte a tí.
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Noemi aguardó, paciente, en su escondite.
Al caer la tarde la señora Tofu se presentó en la tienda, entrando como un tren de mercancías cargado de protestas y malas palabras, pero cargando también —bajo el brazo— un paquete envuelto en papel de traza del tamaño de una caja pequeña.
—¡Pero bueno, ¿dónde demonios se habrán metido estos niños?! —rugió, sin llegar a ver a la kunoichi—. ¡Y me han dejado toda la tienda hecha un desastre, al menos podrían haber tenido la decencia de limpiar!
Pateó una de las estanterías y más productos cayeron para estamparse contra el suelo y ensuciar todavía más el local.
—¡Me cago en su puta madre!