27/05/2017, 16:29
(Última modificación: 29/07/2017, 02:17 por Amedama Daruu.)
Desde que habían comenzado el viaje de vuelta, envueltos en sus capas de viaje hasta el cuello y con la capucha puesta, no habían entablado demasiada conversación. Las fresas shiroshimo habían conseguido congelar el ambiente aún más. Para Daruu, no quedaba inadvertido que Ayame no le había tratado de la misma forma desde que habían salido, e incluso parecía percibir algo de curiosidad en el impertérrito rostro de Kori.
No fue hasta que llevaron medio camino y estaba anocheciendo ya cuando Daruu se dio cuenta de que las manos de Kori estaban... ¿enrojecidas?
—Kori-sensei —dijo Daruu, sujetándole un momento por la capa de viaje—. Deberíamos parar.
Lo miró a los ojos un momento, y luego a la caja. «Me he dado cuenta.»
El trío montó un campamento improvisado bajo la lluvia con tres sacos de dormir. Kori les sorprendió recubriendo el círculo más tarde con un iglú que les resguardó del temporal. El Hielo sacó una pequeña lámpara con batería de hidrólisis que encendió en el centro, y proporcionaba una luz cálida mientras los tres cenaban.
Daruu sacó otro trozo de pizza de la fiambrera y le dio un bocado bien grande. Tragó.
—No puedo evitar veros la cara... —Bajó la mirada—. De verdad que os lo quiero contar, pero no puedo, mamá no quiere que se sepa.
»Es sólo... muy frío. Se echa en cantidades muy pequeñas. No supone ningún mal, sólo deja las cosas fresquitas. Por eso los bollitos siempre parecen sacados de la nevera.
No fue hasta que llevaron medio camino y estaba anocheciendo ya cuando Daruu se dio cuenta de que las manos de Kori estaban... ¿enrojecidas?
—Kori-sensei —dijo Daruu, sujetándole un momento por la capa de viaje—. Deberíamos parar.
Lo miró a los ojos un momento, y luego a la caja. «Me he dado cuenta.»
El trío montó un campamento improvisado bajo la lluvia con tres sacos de dormir. Kori les sorprendió recubriendo el círculo más tarde con un iglú que les resguardó del temporal. El Hielo sacó una pequeña lámpara con batería de hidrólisis que encendió en el centro, y proporcionaba una luz cálida mientras los tres cenaban.
Daruu sacó otro trozo de pizza de la fiambrera y le dio un bocado bien grande. Tragó.
—No puedo evitar veros la cara... —Bajó la mirada—. De verdad que os lo quiero contar, pero no puedo, mamá no quiere que se sepa.
»Es sólo... muy frío. Se echa en cantidades muy pequeñas. No supone ningún mal, sólo deja las cosas fresquitas. Por eso los bollitos siempre parecen sacados de la nevera.