28/05/2017, 13:08
(Última modificación: 28/05/2017, 13:10 por Uchiha Akame.)
—¿Votación? —exclamó Akame, verdaderamente sorprendido.
¿Desde cuando allí había algo que decidir?
—No te sigo, Datsue-kun —respondió el Uchiha, aun sin salir de su asombro—. Aquí no veo ninguna votación, sólo una misión que cumplir.
Los niños, encogidos de miedo, empezaban a asumir su destino. El perro, como si estuviese leyendo las mentes de los shinobi, se zafó del abrazo de la pequeña y se colocó firme sobre sus cuatro patas, delante de los chiquillos. Empezó a gruñir tratando de sonar amenazador...
Pero lo cierto es que Akame sólo vio tres cuerpos temblorosos y asustados. Entrecerró los ojos y desvió la mirada. Y algo se retorció en lo más profundo de su interior, algo con olor a callejuela sucia, con sabor a comida sacada de la basura. Agitó la cabeza, tratando de disipar aquellos pensamientos.
Noemi, que ni corta ni perezosa había vuelto a la tienda para buscar a la señora Tofu, halló el lugar tan vacío como después de que ellos se fueran. No había rastro de la dueña.
—¡Eh, tú, rubita!
La voz sobresaltó a Noemi, que vio a la señora Tofu subiendo calle arriba en dirección a ella. Pese a que debían ser las once de la noche y la calle estaba desierta, aquella mujer no se cortaba un pelo en gritar cuanto quería.
—¿¡Qué haces aquí a estas horas!? ¿¡Acaso me estás robando tú ahora!? ¡Informaré de esto a tus jefes!
¿Desde cuando allí había algo que decidir?
—No te sigo, Datsue-kun —respondió el Uchiha, aun sin salir de su asombro—. Aquí no veo ninguna votación, sólo una misión que cumplir.
Los niños, encogidos de miedo, empezaban a asumir su destino. El perro, como si estuviese leyendo las mentes de los shinobi, se zafó del abrazo de la pequeña y se colocó firme sobre sus cuatro patas, delante de los chiquillos. Empezó a gruñir tratando de sonar amenazador...
Pero lo cierto es que Akame sólo vio tres cuerpos temblorosos y asustados. Entrecerró los ojos y desvió la mirada. Y algo se retorció en lo más profundo de su interior, algo con olor a callejuela sucia, con sabor a comida sacada de la basura. Agitó la cabeza, tratando de disipar aquellos pensamientos.
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Noemi, que ni corta ni perezosa había vuelto a la tienda para buscar a la señora Tofu, halló el lugar tan vacío como después de que ellos se fueran. No había rastro de la dueña.
—¡Eh, tú, rubita!
La voz sobresaltó a Noemi, que vio a la señora Tofu subiendo calle arriba en dirección a ella. Pese a que debían ser las once de la noche y la calle estaba desierta, aquella mujer no se cortaba un pelo en gritar cuanto quería.
—¿¡Qué haces aquí a estas horas!? ¿¡Acaso me estás robando tú ahora!? ¡Informaré de esto a tus jefes!