28/05/2017, 14:00
Ritsuko asintió ante la petición de Daiko, y el hombre juntó las manos, emocionado. La kunoichi se agachó, retiró la mayor cantidad de hierba que fue capaz para dejar la tierra expuesta y evitar que el fuego se extendiera y después entrelazó las manos en una serie de sellos bajo la atenta mirada de Daiko. Desde la mano derecha de la de Kusagakure surgió un fino hilo, brillante, naranja y viscoso que fue a caer en el pozo que había excavado con sus manos. Tal y como humeó la tierra al entrar en contacto con aquella sustancia, saltaba a la vista que estaba caliente. Muy caliente. Después de todo, el elemento de Ritsuko era la lava.
—¿Sirve?
—¡Sí! ¡Es genial! ¡Gracias, Ritsuko-san! ¡Sabía que los ninjas érais increíbles! —exclamó Daiko, emocionado como un niño pequeño. Enseguida se volvió hacia su compañero—. ¡Gonken, corre, trae algo de madera!
Mientras Ritsuko acudía al río para refrescarse, el hombretón acudió a la llamada entre gruñidos. Llevada consigo varias ramas y, entre él y Daiko, y gracias a la ayuda de la kunoichi, consiguieron encender una hoguera en cuestión de minutos. Después, sacaron de sus mochilas de viaje varias bolsas con comida que Gonken empezó a cocinar sobre el fuego de la hoguera. El menú constaba de algunas hogazas de pan y varias raciones de verduras y carne.
—¡Ritsuko, la comida casi está hecha ya! —la llamó Daiko, al tiempo que le tendía una cantimplora para acompañar la comida.
Gonken, al otro lado de la hoguera, simplemente se sirvió una longaniza y, sin esperar siquiera a que se enfriara, le asestó un potente bocado.
—Bueno, aprovechemos esta pausa en el camino para conocernos un poco mejor —comentó Daiko, dando un trago a su propia cantimplora antes de continuar—. Ritsuko-chan, ¿qué hay de ti? ¿Qué más cosas sabes hacer como ninja?