28/05/2017, 20:13
(Última modificación: 29/07/2017, 02:17 por Amedama Daruu.)
—Ayer, cuando dijiste que querías impresionar a tu padre, tu mirada era muy distinta —escuchó la voz de Daruu, y Ayame se encogió sobre sí misma—. Honestamente, te admiré en ese momento, tanto que me sentí frustrado por no tener ninguna meta.
«Genial, y ahora le he decepcionado a él.» Se lamentó en su fuero interno.
Pero la charla no iba a quedar ahí ni mucho menos.
—Me pareciste alguien muy genial, sólo por unos momentos. Yo que tú dejaba de hacer y decir estas cosas, tienes serios problemas de autoestima y eso te retrasa y te frena. Incluso algún día me gustaría luchar contra ti, pero a este ritmo si te centras en lo negativo y te inventas cosas que no son verdad no vas a llegar al nivel. Me voy a dormir. Buenas noches.
La voz de Daruu se había alejado, y Ayame no tardó en escuchar el sibilante sonido de una cremallera cerrándose. Debía de haberse metido en su saco de dormir, pero eso a ella no le importaba. Algo se había encendido en sus entrañas, quemaba con la fuerza de mil infiernos y le intoxicaba la lengua y la garganta.
—¿Pero qué puedes saber tú de mi autoestima? —escupió, alzando sus ojos cargados de ira hacia su compañero de misión—. ¡No sabes nada de mí! ¡Apenas nos conocemos de un par de días!
»¿Qué es lo que no es verdad? ¿Que no he hecho nada durante la misión? ¿Que si hubiéseis ido Kōri y tú no habría habido ninguna diferencia? ¡Dímelo!
Una garra gélida se cerró en torno sobre su hombro, y Ayame se sobresaltó. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había levantado. No se había dado cuenta hasta aquel momento de que tenía las mejillas húmedas.
—Basta, Ayame —intervino su hermano desde su espalda. No había alzado la voz, pero había algo autoritario y cortante en su tono. Algo que no era ignorable. Y Ayame se detuvo, agachó la cabeza y apretó ambos puños junto a los costados—. Nos han mandado a esta misión como un equipo, ¿acaso crees que Arashikage-sama nos va a hacer un cuestionario sobre lo que hemos hecho o lo que no hemos hecho durante su transcurso? Si no has podido hacer nada durante esta misión es porque, simplemente, no has podido. Daruu-kun era el encargado de recoger la mercancía. Y ni tú ni él podía transportarla. Por el simple hecho de que está fría. Tan fría que hasta yo puedo sentirlo. Si la llevárais alguno de vosotros se os congelarían los dedos antes de que saliéramos siquiera de Yukio. Ya tendrás oportunidad de mostrar de lo que eres capaz, Ayame.
Ayame no respondió. Había cerrado los ojos y se mordía el labio inferior en un intento de contener los temblores que sacudían su cuerpo. Al final, simplemente se dio la vuelta, se deshizo del agarre de Kōri y se envolvió en su propio saco.
Aunque algo le decía que no iba a poder dormir tranquilamente aquella noche...
«Genial, y ahora le he decepcionado a él.» Se lamentó en su fuero interno.
Pero la charla no iba a quedar ahí ni mucho menos.
—Me pareciste alguien muy genial, sólo por unos momentos. Yo que tú dejaba de hacer y decir estas cosas, tienes serios problemas de autoestima y eso te retrasa y te frena. Incluso algún día me gustaría luchar contra ti, pero a este ritmo si te centras en lo negativo y te inventas cosas que no son verdad no vas a llegar al nivel. Me voy a dormir. Buenas noches.
La voz de Daruu se había alejado, y Ayame no tardó en escuchar el sibilante sonido de una cremallera cerrándose. Debía de haberse metido en su saco de dormir, pero eso a ella no le importaba. Algo se había encendido en sus entrañas, quemaba con la fuerza de mil infiernos y le intoxicaba la lengua y la garganta.
—¿Pero qué puedes saber tú de mi autoestima? —escupió, alzando sus ojos cargados de ira hacia su compañero de misión—. ¡No sabes nada de mí! ¡Apenas nos conocemos de un par de días!
»¿Qué es lo que no es verdad? ¿Que no he hecho nada durante la misión? ¿Que si hubiéseis ido Kōri y tú no habría habido ninguna diferencia? ¡Dímelo!
Una garra gélida se cerró en torno sobre su hombro, y Ayame se sobresaltó. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había levantado. No se había dado cuenta hasta aquel momento de que tenía las mejillas húmedas.
—Basta, Ayame —intervino su hermano desde su espalda. No había alzado la voz, pero había algo autoritario y cortante en su tono. Algo que no era ignorable. Y Ayame se detuvo, agachó la cabeza y apretó ambos puños junto a los costados—. Nos han mandado a esta misión como un equipo, ¿acaso crees que Arashikage-sama nos va a hacer un cuestionario sobre lo que hemos hecho o lo que no hemos hecho durante su transcurso? Si no has podido hacer nada durante esta misión es porque, simplemente, no has podido. Daruu-kun era el encargado de recoger la mercancía. Y ni tú ni él podía transportarla. Por el simple hecho de que está fría. Tan fría que hasta yo puedo sentirlo. Si la llevárais alguno de vosotros se os congelarían los dedos antes de que saliéramos siquiera de Yukio. Ya tendrás oportunidad de mostrar de lo que eres capaz, Ayame.
Ayame no respondió. Había cerrado los ojos y se mordía el labio inferior en un intento de contener los temblores que sacudían su cuerpo. Al final, simplemente se dio la vuelta, se deshizo del agarre de Kōri y se envolvió en su propio saco.
Aunque algo le decía que no iba a poder dormir tranquilamente aquella noche...