29/05/2017, 23:44
Reza el dicho:
"Mientras más grande seas, más duro caerás"
Y la caída de un grande se hizo sentir en todo el continente.
"Mientras más grande seas, más duro caerás"
Y la caída de un grande se hizo sentir en todo el continente.
Las noticias llegaron a Amegakure en un momento incierto, pero la realidad era que uno no podía ni salir de su casa sin escuchar los terribles rumores que se terminaron confirmando. Rumores que uno se cansaba de escuchar por su repetición pero que, a su vez, cada vez que llegaba a los oídos a uno lo conquistaba un gran pesar. Al calvo lo dominó un dolor en el pecho y una angustia incomparable cuando leyó por primera vez, en un papel sujeto a una gran cartelera rodeada de gente, la muerte de la Uzukage, Uzumaki Shiona.
No la conocía, no tenía relación, ni siquiera sabía como era su personalidad o como era físicamente. Los días siguientes se llenó de información, por investigación propia y las voces del resto de habitantes, y llegó a un punto donde podría decir hasta a que hora comía. Fue un tiempo raro, donde el monje se sentía de esa manera extraña en la que uno no puede explicar lo que siente. No era un sentimiento personal hacia su muerte, sino el hecho de que muriera un líder, de que muriera una de las personas más poderosas de Onindo, que muriera una persona con un poder comparable- si no mayor- al gran Sabio de los Sabios del templo.
Y si un ser de un poder inimaginable andaba suelto, ¿Que destino podrían tener todos los débiles habitantes de aquellas tierras? ¿Cuál podría ser el destino, no solo del mundo conocido, si no también de Karamaru?
Las preguntas llenaban la cabeza del cenobita que se encontraba en aquel atardecer con la espalda en un árbol. Sus brazos cruzados, su cara seria, y sus ojos que miraban sin descanso alguno la mirada petrificada de una dura mujer. Tras ella, el cálido firmamento entregaba un paisaje entrañable donde uno podía sentirse casi un lejano estudiante de Shiona, un alumno bajo su tutela cuidado en aquel momento por esa imponente estatua en su honor.
«¿Qué te habrá pasado? ¿Qué habrá pasado en este lugar?»
Las preguntas se repetían una y otra vez en un viaje en el algunos podían decir que era en vano, pero presentarle respetos a un ser de tal calibre como lo puede llegar a ser un Kage era algo que no se pensaba dos veces para Karamaru. Y en ese momento de tanta paz, su mente se puso en blanco y simplemente miró.
Miró durante unos pocos segundos cada centímetro de la piedra tallada, de pies a cabeza, y luego volvió su mirada perdida a los ojos. Un instante fue en el que sintió que la piedra lo absorbía y se compenetraban, que entraba dentro de ella y veía lo que ella veía, escuchaba lo que ella escuchaba y sentía lo que ella sentía. Un simple instante donde el calvo cerró los ojos y estuvo dentro de esa piedra sin vida, pero que daba más sentimientos que muchas personas. Karamaru sonrió, recordando tiempos inocentes donde esas noticias no llegaban a sus oídos.
Para cuando los volvió a abrir, seguía en aquel árbol con una brisa que sacudía sus ropajes y las tiras de su cinturón y estolas. Un suspiro y sus miradas se cruzaron nuevamente y se volvió a sentir en ese ambiente que lo atrapaba y lo absorbía, como si un aura de la estatua lo atrajera dentro de sí.
«¿Qué te habrá pasado? ¿Qué habrá pasado en este lugar?»
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘