30/05/2017, 00:48
(Última modificación: 29/07/2017, 02:18 por Amedama Daruu.)
Daruu no tardó en salir del iglú, con pisadas pesadas e igual de consumido por la ira. Pasó junto a Kōri y se detuvo a unos escasos metros de la posición de Ayame.
—Eh, cobarde, si quieres pelea te la puedo dar ahora mismo —le soltó, totalmente enfurecido.
—¿¡Qué!? ¡Yo no he sido quien ha ido al otro para embestirle el hombro como un bruto! —respondió Ayame, estupefacta.
Pero la cosa no se iba a quedar ahí...
—Me pregunto si cuando dijiste que querías sorprender a tu padre te referías a eso, a hacer trucos de magia estallando en agua por sorpresa como un mago en una feria ambulante.
Ayame no daba crédito a lo que estaban escuchando sus oídos. Daruu acababa de llamarla "maga de feria ambulante". Él, de entre todas las personas... Se acababa de reír de su aspiración y de su habilidad más característica. En su propia cara, sin ningún tipo de reparo o consideración...
—Vamos, adelante. Al fin y al cabo, no pasé todo un día ayudándote para aprobar el examen para nada. Ah no, que no nos conocemos de nada, que no me contaste todos tus problemas, que no te ayudé con nada.
Daruu escupió a un lado.
—Dijiste que nos conocemos desde hace un par de días, pero yo siempre me he preocupado por ti, siempre desde la academia, siempre, aunque no me atreviera a intervenir.
»Después de todo eso, después de compartir mi capa contigo en el carro... ¿Me dices eso? ¡Venga ya! Déjate de chiquilladas y asume lo que dices y haces. Has usado tu técnica, ¿no? Venga, sigue usándola. Intenta luchar, mago ambulante.
Lo había vuelto a repetir.
Kōri apareció de repente entre los dos. Con las manos alzadas hacia ambos, envueltas en un extraño halo brillante y azulado y despidiendo un auténtico frío glacial.
—¡Basta he dicho! —exclamó. Algo totalmente impropio de él—. ¿Es que sólo sabéis entenderos a base de golpes? Sois shinobi, no unos vulgares bárbaros. ¿Acaso queréis que después cargue con vuestros cuerpos heridos aparte de esa caja? Si tengo que congelaros a ambos para que templéis vuestros ánimos no dudéis que lo haré...
Habían colmado su paciencia. Y eso, siendo alguien como él, era un verdadero mérito. Sin embargo, Ayame no reaccionaba. Se dejó caer de rodillas, apretándose la bandana contra la frente y resollando entre fuertes sollozos. Algo dentro de ella se había roto en mil pedacitos.
Y es que no había demasiada diferencia entre ser llamada "alien" o "mago de feria".
—¡Lo siento! —estalló de golpe, con la voz rota, aunque con sus llantos y la punzada de dolor que sentía en el pecho y la garganta, era un verdadero esfuerzo el hecho de hablar y vocalizar—. ¡Me... Me sentía frustrada! ¡Lo último... Que necesitaba... Era que me regañarais...! Yo... yo...
—Eh, cobarde, si quieres pelea te la puedo dar ahora mismo —le soltó, totalmente enfurecido.
—¿¡Qué!? ¡Yo no he sido quien ha ido al otro para embestirle el hombro como un bruto! —respondió Ayame, estupefacta.
Pero la cosa no se iba a quedar ahí...
—Me pregunto si cuando dijiste que querías sorprender a tu padre te referías a eso, a hacer trucos de magia estallando en agua por sorpresa como un mago en una feria ambulante.
Ayame no daba crédito a lo que estaban escuchando sus oídos. Daruu acababa de llamarla "maga de feria ambulante". Él, de entre todas las personas... Se acababa de reír de su aspiración y de su habilidad más característica. En su propia cara, sin ningún tipo de reparo o consideración...
—Vamos, adelante. Al fin y al cabo, no pasé todo un día ayudándote para aprobar el examen para nada. Ah no, que no nos conocemos de nada, que no me contaste todos tus problemas, que no te ayudé con nada.
Daruu escupió a un lado.
—Dijiste que nos conocemos desde hace un par de días, pero yo siempre me he preocupado por ti, siempre desde la academia, siempre, aunque no me atreviera a intervenir.
»Después de todo eso, después de compartir mi capa contigo en el carro... ¿Me dices eso? ¡Venga ya! Déjate de chiquilladas y asume lo que dices y haces. Has usado tu técnica, ¿no? Venga, sigue usándola. Intenta luchar, mago ambulante.
Lo había vuelto a repetir.
Kōri apareció de repente entre los dos. Con las manos alzadas hacia ambos, envueltas en un extraño halo brillante y azulado y despidiendo un auténtico frío glacial.
—¡Basta he dicho! —exclamó. Algo totalmente impropio de él—. ¿Es que sólo sabéis entenderos a base de golpes? Sois shinobi, no unos vulgares bárbaros. ¿Acaso queréis que después cargue con vuestros cuerpos heridos aparte de esa caja? Si tengo que congelaros a ambos para que templéis vuestros ánimos no dudéis que lo haré...
Habían colmado su paciencia. Y eso, siendo alguien como él, era un verdadero mérito. Sin embargo, Ayame no reaccionaba. Se dejó caer de rodillas, apretándose la bandana contra la frente y resollando entre fuertes sollozos. Algo dentro de ella se había roto en mil pedacitos.
Y es que no había demasiada diferencia entre ser llamada "alien" o "mago de feria".
—¡Lo siento! —estalló de golpe, con la voz rota, aunque con sus llantos y la punzada de dolor que sentía en el pecho y la garganta, era un verdadero esfuerzo el hecho de hablar y vocalizar—. ¡Me... Me sentía frustrada! ¡Lo último... Que necesitaba... Era que me regañarais...! Yo... yo...