30/05/2017, 02:10
La dueña aguantó, estoica, la marea de palabras que Datsue le estaba lanzando directamente a la cara, como una cañería rota. Si aquella ley existía, o la señora Tofu la conocía, era irrelevante. La mujer se debatía entre echar a gritos a aquel chico y llamar a los guardias para denunciarle a él también, o seguir escuchando. Su limitado intelecto realizó algunos cálculos superficiales y concluyó que lo más rentable era lo segundo.
—¿A dónde quieres llegar, shinobi? —preguntó, entre furiosa y temerosa de que aquello fuese cierto y un ninja estuviese a punto de dar al traste con el negocio que tantísimos años le había costado levantar.
No era algo que Tofu Rin fuese a permitir.
—¿A dónde quieres llegar, shinobi? —preguntó, entre furiosa y temerosa de que aquello fuese cierto y un ninja estuviese a punto de dar al traste con el negocio que tantísimos años le había costado levantar.
No era algo que Tofu Rin fuese a permitir.