30/05/2017, 02:26
Tofu Rin entornó los ojos como un joyero veterano que examina un diamante claramente sospechoso. Tal vez volvía a plantearse si denunciar a Datsue a los guardias —que no tardarían en llegar—. Tal vez reflexionaba sobre todo aquello que había dicho el gennin acerca de normas de sanidad, alimentos caducados y demás patrañas. Tal vez...
La mujer se cruzó de brazos con gesto pensativo. Tenía las mandíbulas muy apretadas, y aún así sus labios fruncidos se movían de un lado para otro, como si estuviese rumiando la respuesta. Estaba claro que no era una decisión fácil para ella.
—Está bien —accedió, tal vez recordando que había sido capaz de montar aquel negocio poniendo el pragmatismo por delante del orgullo—. ¡Venga, ya lo habéis oído! ¡Fuera, fuera! ¡Y si vuelvo a veros por aquí, criminales, pasaréis el resto de vuestras cortas vidas en una celda!
Los chicos no podían estar más confusos, pero aun así no tardaron en entender la situación. Con pasos rápidos salieron de la tienda, doblando la esquina del callejón y perdiéndose en la oscuridad.
Tofu Rin se acercó a Datsue con los ojos ardiendo de ira, sus párpados apenas dos rendijas. Su rostro estaba crispado a más no poder.
—Ya has conseguido lo que querías, ¿verdad? Creerte mejor que yo. Mejor que nadie, ¿era eso? —siseó—. Ahora largo de aquí. Si vuelvo a verte por mi tienda, juro por todos los dioses que lo lamentarás.
La mujer se cruzó de brazos con gesto pensativo. Tenía las mandíbulas muy apretadas, y aún así sus labios fruncidos se movían de un lado para otro, como si estuviese rumiando la respuesta. Estaba claro que no era una decisión fácil para ella.
—Está bien —accedió, tal vez recordando que había sido capaz de montar aquel negocio poniendo el pragmatismo por delante del orgullo—. ¡Venga, ya lo habéis oído! ¡Fuera, fuera! ¡Y si vuelvo a veros por aquí, criminales, pasaréis el resto de vuestras cortas vidas en una celda!
Los chicos no podían estar más confusos, pero aun así no tardaron en entender la situación. Con pasos rápidos salieron de la tienda, doblando la esquina del callejón y perdiéndose en la oscuridad.
Tofu Rin se acercó a Datsue con los ojos ardiendo de ira, sus párpados apenas dos rendijas. Su rostro estaba crispado a más no poder.
—Ya has conseguido lo que querías, ¿verdad? Creerte mejor que yo. Mejor que nadie, ¿era eso? —siseó—. Ahora largo de aquí. Si vuelvo a verte por mi tienda, juro por todos los dioses que lo lamentarás.