28/06/2015, 00:24
Entre gemidos de angustia, Ayame trataba de ver lo que estaba pasando dentro de la cocina sin decidirse a entrar. Casi se sobresaltó al escuchar la voz de Daruu junto a ella.
—¿Jonin? —repitió, sorprendida. Daruu parecía increíblemente tranquilo; pero aunque ella misma estaba rodeada de shinobis de alto rango dentro de su casa, no podía evitar preocuparse al recordar a la dulce pastelera que era Kiroe. ¿Y si estaba en problemas?—. Pero... pero el fuego... hay que apagarlo...
Alzó las manos, dispuesta a utilizarla única técnica acuática que conocía: Dragón, tigre...
En el momento en el que sus manos se entrelazaron formando el sello de la liebre una exclamación surgió del interior de la cocina. Ayame reconoció el nombre de una técnica de Suiton formulada, y entonces un estallido de agua que estuvo a punto de arrollarla surgió de la cocina, empapándola de los pies a la cabeza. Sin embargo, aquello no le interesó en aquellos momentos. Se había quedado boquiabierta al ver la flagrante figura de Kiroe envuelta en lo que parecía ser una armadura constituida enteramente por agua. La técnica la envolvía con una gracia y elegancia casi sobrenaturales, como una majestuosa capa de agua que tras su espalda formaba un par de esplendorosas alas y una cola reptiliana. Sobre su cabeza lucía dos intimidantes cuernos y, por si no fuera suficiente, sus manos y sus pies habían formado lo que parecían ser unas terribles garras.
«Cuerpo de dragón...» Reparó entonces, y se vio obligada a cerrar la boca cuando la mujer acudió a ellos y se disculpó, avergonzada.
—N.... no... ¡No tiene que disculparse, Kiroe-san! ¡Ha sido espectacular, increíble! —exclamó, incapaz de aguantar la resplandeciente sonrisa que iluminaba sus rasgos. Ni siquiera se había dado cuenta de que volvía a estar calada hasta los huesos—. ¿Pero qué ha pasado? ¿Está bien? Ha sido todo muy repentino y...
—¿Jonin? —repitió, sorprendida. Daruu parecía increíblemente tranquilo; pero aunque ella misma estaba rodeada de shinobis de alto rango dentro de su casa, no podía evitar preocuparse al recordar a la dulce pastelera que era Kiroe. ¿Y si estaba en problemas?—. Pero... pero el fuego... hay que apagarlo...
Alzó las manos, dispuesta a utilizarla única técnica acuática que conocía: Dragón, tigre...
En el momento en el que sus manos se entrelazaron formando el sello de la liebre una exclamación surgió del interior de la cocina. Ayame reconoció el nombre de una técnica de Suiton formulada, y entonces un estallido de agua que estuvo a punto de arrollarla surgió de la cocina, empapándola de los pies a la cabeza. Sin embargo, aquello no le interesó en aquellos momentos. Se había quedado boquiabierta al ver la flagrante figura de Kiroe envuelta en lo que parecía ser una armadura constituida enteramente por agua. La técnica la envolvía con una gracia y elegancia casi sobrenaturales, como una majestuosa capa de agua que tras su espalda formaba un par de esplendorosas alas y una cola reptiliana. Sobre su cabeza lucía dos intimidantes cuernos y, por si no fuera suficiente, sus manos y sus pies habían formado lo que parecían ser unas terribles garras.
«Cuerpo de dragón...» Reparó entonces, y se vio obligada a cerrar la boca cuando la mujer acudió a ellos y se disculpó, avergonzada.
—N.... no... ¡No tiene que disculparse, Kiroe-san! ¡Ha sido espectacular, increíble! —exclamó, incapaz de aguantar la resplandeciente sonrisa que iluminaba sus rasgos. Ni siquiera se había dado cuenta de que volvía a estar calada hasta los huesos—. ¿Pero qué ha pasado? ¿Está bien? Ha sido todo muy repentino y...