30/05/2017, 20:57
(Última modificación: 30/05/2017, 20:58 por Uzumaki Eri.)
Tras aquella voz extraña y el miedo que sentía en su cuerpo, Eri tembló cual flan, cual moco extraño que había sofocado su caída y seguramente prevenido su evidente muerte, sin embargo ahí estaban, encerrados, justo cuando la luz que se podía filtrar desde arriba por el agujero comenzaba a morir pues la tierra comenzaba a volver a ser como antes.
Una voz sacó de sus pensamientos a la joven que pegó un brinco, saltando de aquel moco para quedarse sobre sus dos piernas temblorosas.
— A-aquí, Karamaru-san. — Murmuró. — Aunque no veo nada... ¿Estás bien? ¿No te has hecho daño? — Preguntó guiándose por la voz de Karamaru hacia su posición, reparando y sintiéndose culpable de no haber reparado en que no había estado sola en ningún momento.
«¿Qué será esto?»
Sin embargo la voz habló de nuevo.
— ¿Recordáis a Yuichi Amano? — Preguntó, y Eri frunció el ceño, sabía que había oído aquel nombre... — ¡Pues no es el culpable! ¡Me lo inventé yo! ¡Yo soy el verdadero culpable! ¿Que por qué os lo cuento? ¡Porque nunca saldréis de ahí, jua, jua, jua!
Y volvió a cortar, haciendo que la joven se llevase una de sus palmas a la frente, ¡se había olvidado de que en verdad el culpable que citaban en los panfletos era aquel hombre! Y ella preguntando que quién había sido...
— Ah, y no reviséis las paredes, tienen explosivos... Sí, eso, ¡explosivos!
«Esta voz me da muy mal rollo...»
— ¿Pero qué te hemos hecho nosotros? — Chilló Eri al agujero, pero no halló respuesta. — ¿Es por intentar ayudar a Yamamoto? ¿Acaso te cae mal? — No sonó nada.
Eri suspiró, inquieta, y se giró hacia donde se suponía debía estar Karamaru.
— ¿Y ahora qué hacemos?
Una voz sacó de sus pensamientos a la joven que pegó un brinco, saltando de aquel moco para quedarse sobre sus dos piernas temblorosas.
— A-aquí, Karamaru-san. — Murmuró. — Aunque no veo nada... ¿Estás bien? ¿No te has hecho daño? — Preguntó guiándose por la voz de Karamaru hacia su posición, reparando y sintiéndose culpable de no haber reparado en que no había estado sola en ningún momento.
«¿Qué será esto?»
Sin embargo la voz habló de nuevo.
— ¿Recordáis a Yuichi Amano? — Preguntó, y Eri frunció el ceño, sabía que había oído aquel nombre... — ¡Pues no es el culpable! ¡Me lo inventé yo! ¡Yo soy el verdadero culpable! ¿Que por qué os lo cuento? ¡Porque nunca saldréis de ahí, jua, jua, jua!
Y volvió a cortar, haciendo que la joven se llevase una de sus palmas a la frente, ¡se había olvidado de que en verdad el culpable que citaban en los panfletos era aquel hombre! Y ella preguntando que quién había sido...
— Ah, y no reviséis las paredes, tienen explosivos... Sí, eso, ¡explosivos!
«Esta voz me da muy mal rollo...»
— ¿Pero qué te hemos hecho nosotros? — Chilló Eri al agujero, pero no halló respuesta. — ¿Es por intentar ayudar a Yamamoto? ¿Acaso te cae mal? — No sonó nada.
Eri suspiró, inquieta, y se giró hacia donde se suponía debía estar Karamaru.
— ¿Y ahora qué hacemos?