31/05/2017, 12:43
(Última modificación: 29/07/2017, 02:18 por Amedama Daruu.)
Los tres emprendieron de nuevo el largo viaje hacia Amegakure a través de caminos entre campos de trigo y arrozales y bajo la incansable e inclemente tormenta que Amenokami descargaba por aquellas tierras durante siglos y siglos. Tejieron un silencio denso, como si quisiesen tapar con él lo que acababa de suceder, durante unas horas. Pararon a comer, y para que Kori pudiera descansar de la carga de las fresas shiroshimo.
Cuando reemprendieron la marcha, Ayame se detuvo unos instantes observando las ruinas lejanas de la Ciudad Fantasma: un amasijo gigantesco de cemento y hierro, que se erigía amenazante allá cerca de las montañas.
—¿Qué tendrán estos sitios que siempre le llaman a uno la atención? —dijo—. Normalmente, es algo que no desearía pisar en mi vida. Y sin embargo, algo te acaba atrayendo hacia ellos.
Cuando reemprendieron la marcha, Ayame se detuvo unos instantes observando las ruinas lejanas de la Ciudad Fantasma: un amasijo gigantesco de cemento y hierro, que se erigía amenazante allá cerca de las montañas.
—¿Qué tendrán estos sitios que siempre le llaman a uno la atención? —dijo—. Normalmente, es algo que no desearía pisar en mi vida. Y sin embargo, algo te acaba atrayendo hacia ellos.