28/06/2015, 03:40
Ante el comentario de Zuka, el chico quejó perplejo. Se tomó algo de tiempo, mas no tardó demasiado en tomar sitio cerca de éste. Preguntó si podía, lo que el rubio permitió con un claro gesto de afirmación con la cabeza. Para nada le molestaba. Estando a su vera, procedió a sentarse, y sin preámbulos le preguntó por qué era tan especial el ocaso, ya que a su ver, eso se podía ver cada día. Al escuchar ésto, el Yotsuki no pudo evitar reír.
— Jajajaja... no es que sea especial el ocaso. Éste paisaje es especial. — Aclaró el de Kusa. — No todos lo días puedo estar aquí, de hecho es la primera vez que vengo. Ha coincidido con el ocaso, y por eso me gustaría verlo bien. Me habían hablado de éste lugar, de que era precioso... y así es. Observa como el sol se pone entre las montañas... —
Con éstas palabras, el rubio quedó señalando el horizonte, donde poco a poco, el sol se iba escondiendo tras la vegetación. Desapareciendo entre dos montañas, de poco a poco el entorno iba quedando con menos iluminación. Fue entonces que un hombre comenzó a encender unos candelabros que adornaban el puente a todo su largo.
Zukamane giró la cabeza, avistando ahora al susodicho encargado de la iluminación del puente. No esperaba para nada que el puente se iluminase a la luz de la noche, pero para nada le desagradaba. Le daba un toque singular y pintoresco, agradable y singular. Teniendo a éste chico a su vera, giró de nuevo la cabeza, buscando localizarlo.
— Diantres, si que mola éste sitio... ¿no? Por cierto, mi nombre es Zukamane... puedes llamarme Zuka. —
Dicho ésto, el rubio se ajustó la cincha de su guante derecho, y quedó observando por un instante mas el horizonte.
— Jajajaja... no es que sea especial el ocaso. Éste paisaje es especial. — Aclaró el de Kusa. — No todos lo días puedo estar aquí, de hecho es la primera vez que vengo. Ha coincidido con el ocaso, y por eso me gustaría verlo bien. Me habían hablado de éste lugar, de que era precioso... y así es. Observa como el sol se pone entre las montañas... —
Con éstas palabras, el rubio quedó señalando el horizonte, donde poco a poco, el sol se iba escondiendo tras la vegetación. Desapareciendo entre dos montañas, de poco a poco el entorno iba quedando con menos iluminación. Fue entonces que un hombre comenzó a encender unos candelabros que adornaban el puente a todo su largo.
Zukamane giró la cabeza, avistando ahora al susodicho encargado de la iluminación del puente. No esperaba para nada que el puente se iluminase a la luz de la noche, pero para nada le desagradaba. Le daba un toque singular y pintoresco, agradable y singular. Teniendo a éste chico a su vera, giró de nuevo la cabeza, buscando localizarlo.
— Diantres, si que mola éste sitio... ¿no? Por cierto, mi nombre es Zukamane... puedes llamarme Zuka. —
Dicho ésto, el rubio se ajustó la cincha de su guante derecho, y quedó observando por un instante mas el horizonte.