31/05/2017, 19:16
—¿Qué tendrán estos sitios que siempre le llaman a uno la atención? —dijo Daruu, que se había detenido también cerca de ella—. Normalmente, es algo que no desearía pisar en mi vida. Y sin embargo, algo te acaba atrayendo hacia ellos.
Ayame torció ligeramente el gesto. En su caso, la atracción hacia aquella ciudad era un aspecto mucho más personal. Como jinchūriki del Gobi deseaba conocerlo todo acerca de los bijū. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que ir al lugar donde comenzó todo y a la ciudad que fue arrasada por otro?
Sin embargo, para su desgracia, no podía expresar sus deseos en voz alta. Era un contenedor, pero debía mantenerlo en secreto. Incluso para las personas más cercanas a ella. Estaba sola en aquella tarea. No podía pedir ayuda.
—Supongo que será el morbo del misterio —respondió, con una sonrisa nerviosa—. Perdón por la interrupción, continuemos.
Después de un día más de viaje, en el que se vieron a acampar de nuevo para pasar la noche, el campo se abrió y el familiar puente que daba la entrada a Amegakure comenzó a perfilarse al fin en el horizonte.
—¡Llegamos! Ah... Estoy deseando darme una buena ducha... —exclamó Ayame, aliviada por una parte y entristecida por otra. Pese a todo, se lo había acabado pasando bien en aquel viaje y sentía algo de pena porque terminara—. Esto... Realizaremos más misiones juntos, ¿verdad...? —se atrevió a preguntar, con un ligero rubor adornando sus mejillas.
Ayame torció ligeramente el gesto. En su caso, la atracción hacia aquella ciudad era un aspecto mucho más personal. Como jinchūriki del Gobi deseaba conocerlo todo acerca de los bijū. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que ir al lugar donde comenzó todo y a la ciudad que fue arrasada por otro?
Sin embargo, para su desgracia, no podía expresar sus deseos en voz alta. Era un contenedor, pero debía mantenerlo en secreto. Incluso para las personas más cercanas a ella. Estaba sola en aquella tarea. No podía pedir ayuda.
—Supongo que será el morbo del misterio —respondió, con una sonrisa nerviosa—. Perdón por la interrupción, continuemos.
Después de un día más de viaje, en el que se vieron a acampar de nuevo para pasar la noche, el campo se abrió y el familiar puente que daba la entrada a Amegakure comenzó a perfilarse al fin en el horizonte.
—¡Llegamos! Ah... Estoy deseando darme una buena ducha... —exclamó Ayame, aliviada por una parte y entristecida por otra. Pese a todo, se lo había acabado pasando bien en aquel viaje y sentía algo de pena porque terminara—. Esto... Realizaremos más misiones juntos, ¿verdad...? —se atrevió a preguntar, con un ligero rubor adornando sus mejillas.