1/06/2017, 13:08
(Última modificación: 2/06/2017, 10:11 por Uzumaki Eri.)
Un escalofrío la recorrió de arriba a abajo cuando algo comenzó a sobar lo que venía siendo uno de sus pechos. Enrojeció hasta las orejas —aunque no pudiera apreciarse— y rápidamente retiró la mano que Karamaru había puesto sobre su busto.
— ¡E-eso no es nada nuevo! ¡N-no vuelvas a tocarlo! ¡Son mis pechos! — Exclamó entre avergonzada y horrorizada mientras abrazaba su parte delantera y se giraba rápidamente para alejarse de allí pronto. — D-deberíamos buscar por la sala... P-Pero con más cuidado. — Su voz sonaba temblorosa, y temía por todos los medios chocar contra la pared por los presuntos explosivos que allí se encontraban.
Sin embargo al estar alejándose tanto de la posición del calvo, la joven no calculó bien las distancias, por lo que sin querer llegó a una de las paredes del lugar y, como si tuviese la mejor suerte —o la peor— un sonido se escuchó, algo como un click que hizo que las luces del lugar se encendieran y pudiesen ver lo que había a su alrededor: una piscina llena de una sustancia verdosa, seguramente donde habían aterrizado; un par de sillas retiradas y las paredes, blancas; cubiertas de surcos. A la derecha de Karamaru, sin embargo; había una puerta, y lo que había accionado Eri no era otra cosa que un interruptor.
Sin embargo, Eri no se esperaba aquello, se esperaba explosiones y vísceras, propias; volando de un lado a otro, por lo cual había saltado rápidamente de su posición y había acudido a refugiarse en la espalda del calvo con los ojos cerrados, muy cerrados.
— Vamos a morir, vamos a morir... ¡VAMOS A MORIR!
— ¡E-eso no es nada nuevo! ¡N-no vuelvas a tocarlo! ¡Son mis pechos! — Exclamó entre avergonzada y horrorizada mientras abrazaba su parte delantera y se giraba rápidamente para alejarse de allí pronto. — D-deberíamos buscar por la sala... P-Pero con más cuidado. — Su voz sonaba temblorosa, y temía por todos los medios chocar contra la pared por los presuntos explosivos que allí se encontraban.
Sin embargo al estar alejándose tanto de la posición del calvo, la joven no calculó bien las distancias, por lo que sin querer llegó a una de las paredes del lugar y, como si tuviese la mejor suerte —o la peor— un sonido se escuchó, algo como un click que hizo que las luces del lugar se encendieran y pudiesen ver lo que había a su alrededor: una piscina llena de una sustancia verdosa, seguramente donde habían aterrizado; un par de sillas retiradas y las paredes, blancas; cubiertas de surcos. A la derecha de Karamaru, sin embargo; había una puerta, y lo que había accionado Eri no era otra cosa que un interruptor.
Sin embargo, Eri no se esperaba aquello, se esperaba explosiones y vísceras, propias; volando de un lado a otro, por lo cual había saltado rápidamente de su posición y había acudido a refugiarse en la espalda del calvo con los ojos cerrados, muy cerrados.
— Vamos a morir, vamos a morir... ¡VAMOS A MORIR!