1/06/2017, 15:44
Tal vez fuera por la situación, crítica a más no poder, o por estar más concentrado en correr que en mantener mis defensas mentales altas, pero cuando la joven que tiraba de mi soltó aquella breve y sincera carcajada no pude evitar verla como la inocente chica que era y no como la imagen de sangre y maldad de la villa que representaba.
El dinosaurio nos trajó de nuevo a la realidad con otro sonido gutural de sus fauces mientras se lanzaba a toda prisa en nuestra persecución. Como era de esperar, con mis capacidades díficilmente iba a dejar a atrás a un bicho con las patas entrenadas para cazar todo lo cazable y del tamaño de un bijuu del tamaño de un cocodrilo.
Un escalofrio recorrió mi espalda cuando el animal estaba ya casi alcanzandonos, me giré, sospechando que ya estaba a punto de lanzarse a nuestro cuello. Sin embargo, lo ví inmovilizado por una capa de hielo, me giré hacia Ayame confuso, ella parecía aliviada pero no sorprendida. ¿Había sido ella? ¿Había algo que no pudiera hacer aquella chiquilla?
El puente apareció unos minutos más tarde y ya no se oía ningún gruñido cercano, aún así di unos pasos más alejandome del bosque. La kunoichi se dejó caer en el suelo del puente, yo no pude. Me mantuve de pie, doblado y apoyando mis manos en las rodillas encarando el bosque del que acababamos de salir.
—Por... poco...
— Te... lo dije...
La imagen de unos humanos especialmente peludos montando esos bichos a traves de tierras empantanadas invadieron mi mente, esa era mi imagen actualizada de los Kusagakureños.
El dinosaurio nos trajó de nuevo a la realidad con otro sonido gutural de sus fauces mientras se lanzaba a toda prisa en nuestra persecución. Como era de esperar, con mis capacidades díficilmente iba a dejar a atrás a un bicho con las patas entrenadas para cazar todo lo cazable y del tamaño de un bijuu del tamaño de un cocodrilo.
Un escalofrio recorrió mi espalda cuando el animal estaba ya casi alcanzandonos, me giré, sospechando que ya estaba a punto de lanzarse a nuestro cuello. Sin embargo, lo ví inmovilizado por una capa de hielo, me giré hacia Ayame confuso, ella parecía aliviada pero no sorprendida. ¿Había sido ella? ¿Había algo que no pudiera hacer aquella chiquilla?
El puente apareció unos minutos más tarde y ya no se oía ningún gruñido cercano, aún así di unos pasos más alejandome del bosque. La kunoichi se dejó caer en el suelo del puente, yo no pude. Me mantuve de pie, doblado y apoyando mis manos en las rodillas encarando el bosque del que acababamos de salir.
—Por... poco...
— Te... lo dije...
La imagen de unos humanos especialmente peludos montando esos bichos a traves de tierras empantanadas invadieron mi mente, esa era mi imagen actualizada de los Kusagakureños.
—Nabi—