1/06/2017, 19:16
(Última modificación: 29/07/2017, 02:19 por Amedama Daruu.)
Kori aceleró el paso sin parar a saludar y dejó la caja rápidamente encima de una de las mesas de las cafeterías. Se frotó las enrojecidas manos. Daruu se mordió el labio inferior, nervioso, mientras Ayame se preocupaba por su hermano y Kori afirmaba que se encontraba bien, alegando que se trataba únicamente de la extrañeza que le producía sentir tanto frío, él, que normalmente, era el frío en sí.
Kiroe se acercó corriendo a la barra y mojó un paño en agua tibia. Se afanó por envolver las manos de su vecino con él y luego suspiró y se acercó a la mesa. Sacó de su bolsillo unos guantes de color rosa, muy gruesos, y se los puso.
—Lo siento, ha sido culpa mía. No me acordé de darle los guantes a Daruu. Ha sido una suerte que fueras con ellos, porque si no, se las habrían visto canutas para transportar las...
«Venga, no me jodas.»
—...fresas shiroshimo.
Daruu se llevó las manos a la cabeza.
—¡Mamá! —exclamó—. ¡Llevo ocultando que son fresas más de tres días, y ahora coges y lo dices tal cual!
Kiroe rio e hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
—Vaaamos, vamos. Soy yo la que pidió que no se revelara, ¿no? Igual puse demasiado énfasis —su mirada se ensombreció—. De igual manera, con ellos me da igual, pero así lo habéis tratado con mucha más discrección. No quiero que nadie que pudiera o quisiera perjudicarme se enterase... Hay mucha competencia intentando copiar la receta de estos bollitos.
Levantó la tapa y reveló unos fresones grandes, blancos como una nube, con semillas y hojas azules y de aspecto cristalino, como estalactitas de hielo colgando de una cueva. Nada más abrir el recipiente, un vaho amenazador escapó de allá como si acabasen de abrir un congelador.
—Bien, bien. Te ha dado de los buenos. Demonios, niño, ¿qué has hecho? Le has amenazado con un arma, ¿o algo así?
Daruu desvió la mirada y se rascó la nuca.
—Estoooo... Bueno... Digamos que algo así.
Madre e hijo rieron a la vez.
—¿Recuerdas cuando tuve que meterle en una prisión de agua durante medio minuto para que no me subiera el precio al doble?
—Lo recuerdo, lo recuerdo.
—¿O cuando le tuve que amenazar con anegar todo el jardín?
—Ay, ay... Sí, sí que me acuerdo.
—¿Y de aquella vez que...?
—Mamá, creo que deberíamos ir a cobrar la recompensa.
Kiroe frenó la carcajada poco a poco y observó a Kori y Ayame, que a aquellas alturas deberían estar alucinando.
—Esto... Sí, sí es cierto. ¡Perdonad por entreteneros, chicos! Estaréis deseando descansar.
Kiroe se acercó corriendo a la barra y mojó un paño en agua tibia. Se afanó por envolver las manos de su vecino con él y luego suspiró y se acercó a la mesa. Sacó de su bolsillo unos guantes de color rosa, muy gruesos, y se los puso.
—Lo siento, ha sido culpa mía. No me acordé de darle los guantes a Daruu. Ha sido una suerte que fueras con ellos, porque si no, se las habrían visto canutas para transportar las...
«Venga, no me jodas.»
—...fresas shiroshimo.
Daruu se llevó las manos a la cabeza.
—¡Mamá! —exclamó—. ¡Llevo ocultando que son fresas más de tres días, y ahora coges y lo dices tal cual!
Kiroe rio e hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
—Vaaamos, vamos. Soy yo la que pidió que no se revelara, ¿no? Igual puse demasiado énfasis —su mirada se ensombreció—. De igual manera, con ellos me da igual, pero así lo habéis tratado con mucha más discrección. No quiero que nadie que pudiera o quisiera perjudicarme se enterase... Hay mucha competencia intentando copiar la receta de estos bollitos.
Levantó la tapa y reveló unos fresones grandes, blancos como una nube, con semillas y hojas azules y de aspecto cristalino, como estalactitas de hielo colgando de una cueva. Nada más abrir el recipiente, un vaho amenazador escapó de allá como si acabasen de abrir un congelador.
—Bien, bien. Te ha dado de los buenos. Demonios, niño, ¿qué has hecho? Le has amenazado con un arma, ¿o algo así?
Daruu desvió la mirada y se rascó la nuca.
—Estoooo... Bueno... Digamos que algo así.
Madre e hijo rieron a la vez.
—¿Recuerdas cuando tuve que meterle en una prisión de agua durante medio minuto para que no me subiera el precio al doble?
—Lo recuerdo, lo recuerdo.
—¿O cuando le tuve que amenazar con anegar todo el jardín?
—Ay, ay... Sí, sí que me acuerdo.
—¿Y de aquella vez que...?
—Mamá, creo que deberíamos ir a cobrar la recompensa.
Kiroe frenó la carcajada poco a poco y observó a Kori y Ayame, que a aquellas alturas deberían estar alucinando.
—Esto... Sí, sí es cierto. ¡Perdonad por entreteneros, chicos! Estaréis deseando descansar.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)