1/06/2017, 19:30
—No, pero me molestaría que alguien pase y se lleve algo —respondió la pelirroja. Y la sonrisa de Daiko se alargó más.
—Oh, ya veo. Eres una verdadera profesional, te tomas muy en serio tu trabajo —comentó, alegremente, mientras alargaba la mano para tomar un trozo de carne y comenzaba a soplarlo.
Ritsuko, por su parte, alzó al fin la cantimplora para darle un par de tragos antes de continuar con la conversación, y en los ojos del mercader apareció un sutil brillo de satisfacción.
—Por cierto, ¿Gonken es mudo o simplemente evita hablar?
—El pobre Gonken sufrió un accidente hace muchos años que le dañó las cuerdas vocales —explicó, con cierta lentitud. Quizás, demasiada lentitud. ¿O era solo sensación de Ritsuko? La sonrisa de Daiko se ensanchó aún más y sus ojos se entrecerraron en una mueca que le asemejaba a un zorro a punto de saltar sobre una desvalida presa—. Por cierto... sobre la mercancía. No tienes de qué preocuparte.
Una extraña pesadez se había adueñado del cuerpo de Ritsuko. Le costaba moverse, sus extremidades se movían con una lentitud casi pastosa y mantener los párpados abiertos se había convertido en un esfuerzo casi titánico. Lo último que vio antes de perder la conciencia, fue la terrorífica sonrisa de Daiko y sus palabras la acompañaron en sus sueños.
—Porque la mercancía eres tú.
El carro se sacudía bajo su cuerpo. Aún se sentía algo aletargada, pero los efectos de la droga habían comenzado a disiparse, dejándola en una especie de neblina de aturdimiento. Tenía el cuerpo agarrotado, se sentía incómoda, pero no podía hacer nada por ponerse más a gusto. Sentía una quemazón en los tobillos y las muñecas, allá donde las cuerdas la aprisionaban con tanta severidad. Las piernas juntas, y las manos tras la espalda con los dorsos de las manos en contacto para evitar que hiciera sellos con ellas. En su boca, una mordaza le impedía articular palabra. Estaba en una jaula de barrotes de metal, tapada con una pesada tela que estaba fijada por una soga. La misma carga que había visto desde fuera. Pero ahora ella estaba dentro de ella. A través de los pliegues de la manta vio una carpeta en el suelo de la carreta con un folio en primera plana y que podía leer sin problemas:
Ritsuko
Rango: Genin
Aldea: Kusagakure
Habilidades: Técnicas de lava, técnicas de goma, técnicas de clonación y técnicas de tierra
—¡Lo que nos ha costado que la mocosa bebiera! —Escuchó la voz de Daiko tras la manta, al frente del carro—. Menos mal que no hemos tenido que recurrir a la fuerza bruta. Nos pagarían la mitad por ella si encima llega con lesiones.
Un gruñido por parte de Gonken.
—Debo admitir que no ha sido mala idea. Podríamos dedicarnos a esto el resto de nuestras vidas, ¿eh? Venta ambulante de shinobis... Estoy seguro de que nos pagarán muuuuy bien. Ya nos encargaremos de ello.
»¿Que qué querrán hacer con ella? ¡Y yo que sé! Una vez nos den la pasta nosotros nos lavamos las manos. ¡Es una kunoichi, pueden sacarle un buen provecho si lo desean! Y si no... Bueno, no es precisamente fea, ¿verdad? Y las pelirrojas se consideran muy exóticas...
Una risa escalofriante sacudió el aire.
—Aaahhh, aún queda un largo trecho hasta Tane-shigai...
—Oh, ya veo. Eres una verdadera profesional, te tomas muy en serio tu trabajo —comentó, alegremente, mientras alargaba la mano para tomar un trozo de carne y comenzaba a soplarlo.
Ritsuko, por su parte, alzó al fin la cantimplora para darle un par de tragos antes de continuar con la conversación, y en los ojos del mercader apareció un sutil brillo de satisfacción.
—Por cierto, ¿Gonken es mudo o simplemente evita hablar?
—El pobre Gonken sufrió un accidente hace muchos años que le dañó las cuerdas vocales —explicó, con cierta lentitud. Quizás, demasiada lentitud. ¿O era solo sensación de Ritsuko? La sonrisa de Daiko se ensanchó aún más y sus ojos se entrecerraron en una mueca que le asemejaba a un zorro a punto de saltar sobre una desvalida presa—. Por cierto... sobre la mercancía. No tienes de qué preocuparte.
Una extraña pesadez se había adueñado del cuerpo de Ritsuko. Le costaba moverse, sus extremidades se movían con una lentitud casi pastosa y mantener los párpados abiertos se había convertido en un esfuerzo casi titánico. Lo último que vio antes de perder la conciencia, fue la terrorífica sonrisa de Daiko y sus palabras la acompañaron en sus sueños.
—Porque la mercancía eres tú.
...
El carro se sacudía bajo su cuerpo. Aún se sentía algo aletargada, pero los efectos de la droga habían comenzado a disiparse, dejándola en una especie de neblina de aturdimiento. Tenía el cuerpo agarrotado, se sentía incómoda, pero no podía hacer nada por ponerse más a gusto. Sentía una quemazón en los tobillos y las muñecas, allá donde las cuerdas la aprisionaban con tanta severidad. Las piernas juntas, y las manos tras la espalda con los dorsos de las manos en contacto para evitar que hiciera sellos con ellas. En su boca, una mordaza le impedía articular palabra. Estaba en una jaula de barrotes de metal, tapada con una pesada tela que estaba fijada por una soga. La misma carga que había visto desde fuera. Pero ahora ella estaba dentro de ella. A través de los pliegues de la manta vio una carpeta en el suelo de la carreta con un folio en primera plana y que podía leer sin problemas:
Ritsuko
Rango: Genin
Aldea: Kusagakure
Habilidades: Técnicas de lava, técnicas de goma, técnicas de clonación y técnicas de tierra
—¡Lo que nos ha costado que la mocosa bebiera! —Escuchó la voz de Daiko tras la manta, al frente del carro—. Menos mal que no hemos tenido que recurrir a la fuerza bruta. Nos pagarían la mitad por ella si encima llega con lesiones.
Un gruñido por parte de Gonken.
—Debo admitir que no ha sido mala idea. Podríamos dedicarnos a esto el resto de nuestras vidas, ¿eh? Venta ambulante de shinobis... Estoy seguro de que nos pagarán muuuuy bien. Ya nos encargaremos de ello.
»¿Que qué querrán hacer con ella? ¡Y yo que sé! Una vez nos den la pasta nosotros nos lavamos las manos. ¡Es una kunoichi, pueden sacarle un buen provecho si lo desean! Y si no... Bueno, no es precisamente fea, ¿verdad? Y las pelirrojas se consideran muy exóticas...
Una risa escalofriante sacudió el aire.
—Aaahhh, aún queda un largo trecho hasta Tane-shigai...