2/06/2017, 00:21
Poco después de dar ese trago a lo que sea que la cantimplora tuviese la kunoichi comenzó a sentirse considerablemente cansada, suficiente como para cabecear un par de veces y que los párpados se le mantuviesen entre-cerrados durante toda la explicación de lo que le había pasado a Gonken y por qué era tan silencioso.
Luego de ello la chica ya no pudo mantenerse por más tiempo y muy vagamente logró escuchar aquella última frase.
—Porque la mercancía eres tú.
~¿Qué yo qué? ~alcanzó a preguntarse a sí misma justo antes de caer inconsciente sobre la hierba.
Luego de váyase a saber cuánto tiempo, la pelirroja recobró el conocimiento y muy lentamente entre-abrió los ojos. Se sentía simplemente fatal, o bueno, estaba jodidamente incómoda y por mucho que intentase cambiar la postura en la que había estado no lograba separar ni los brazos ni las piernas. Fue entonces cuando comenzó a removerse y en consecuencia encontró aquella leyenda tan… Peculiar.
~Su puta madre… ¿De nuevo? ~Fue lo primero que se le cruzó por la cabeza.
Y si bien hasta ese momento se había mostrado bastante serena, en realidad todavía estaba un tanto mareada y no terminaba de captar si era un sueño o algo en serio. Pero no poder hablar y moverse estaba incordiándola demasiado y por ende, iba siendo hora de despertarse del sueño, ¿verdad?
Ritsuko se removió un poco hasta lograr tumbarse boca abajo y acto seguido se arrastró como una especie de oruga para alcanzar los barrotes contra los que se daría un buen golpe en la frente en un intento por despertarse.
¡Plaf!
Y el mundo seguía exactamente igual.
—¿Más fuerte? —Consultó su madre, quien curiosamente estaba delante de la chica y también atada, aunque sin mordaza.
~A ver…
¡Plaf!
Nada.
¡Plaf!
~¡Su puta madre! ~se quejó completamente adolorida y con la frente completamente roja por los golpes. Sin mencionar que se le habían escapado unas lagrimillas.
—¿Será que esto no es…?
Antes de que su madre pudiera terminar la pregunta, Ritsuko comenzó a removerse por toda la jaula en un intento por liberarse de esas ataduras. Ahora sí había entrado en pánico y maldecía por no haberse aprendido aquella simple técnica para liberarse de ataduras. Pero era tarde para lamentarse, tenía que ingeniárselas para liberarse así se lastimase… Más de lo que estaba haciendo en su inútil lucha.
Mientras tanto, aquellos dos hombres habían estado hablando bastante, algo de estar vendiendo shinobis o algo así… Pero lo que más molestó a la pelirroja sería exactamente lo último, aquello relacionado a cómo podrían sacarle provecho a ella.
~¡Hijos de puta! ¡Los voy a matar así me echen de Kusa! ~eran los pensamientos que surcaban su mente en aquellos instantes.
Luego de ello la chica ya no pudo mantenerse por más tiempo y muy vagamente logró escuchar aquella última frase.
—Porque la mercancía eres tú.
~¿Qué yo qué? ~alcanzó a preguntarse a sí misma justo antes de caer inconsciente sobre la hierba.
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Luego de váyase a saber cuánto tiempo, la pelirroja recobró el conocimiento y muy lentamente entre-abrió los ojos. Se sentía simplemente fatal, o bueno, estaba jodidamente incómoda y por mucho que intentase cambiar la postura en la que había estado no lograba separar ni los brazos ni las piernas. Fue entonces cuando comenzó a removerse y en consecuencia encontró aquella leyenda tan… Peculiar.
~Su puta madre… ¿De nuevo? ~Fue lo primero que se le cruzó por la cabeza.
Y si bien hasta ese momento se había mostrado bastante serena, en realidad todavía estaba un tanto mareada y no terminaba de captar si era un sueño o algo en serio. Pero no poder hablar y moverse estaba incordiándola demasiado y por ende, iba siendo hora de despertarse del sueño, ¿verdad?
Ritsuko se removió un poco hasta lograr tumbarse boca abajo y acto seguido se arrastró como una especie de oruga para alcanzar los barrotes contra los que se daría un buen golpe en la frente en un intento por despertarse.
¡Plaf!
Y el mundo seguía exactamente igual.
—¿Más fuerte? —Consultó su madre, quien curiosamente estaba delante de la chica y también atada, aunque sin mordaza.
~A ver…
¡Plaf!
Nada.
¡Plaf!
~¡Su puta madre! ~se quejó completamente adolorida y con la frente completamente roja por los golpes. Sin mencionar que se le habían escapado unas lagrimillas.
—¿Será que esto no es…?
Antes de que su madre pudiera terminar la pregunta, Ritsuko comenzó a removerse por toda la jaula en un intento por liberarse de esas ataduras. Ahora sí había entrado en pánico y maldecía por no haberse aprendido aquella simple técnica para liberarse de ataduras. Pero era tarde para lamentarse, tenía que ingeniárselas para liberarse así se lastimase… Más de lo que estaba haciendo en su inútil lucha.
Mientras tanto, aquellos dos hombres habían estado hablando bastante, algo de estar vendiendo shinobis o algo así… Pero lo que más molestó a la pelirroja sería exactamente lo último, aquello relacionado a cómo podrían sacarle provecho a ella.
~¡Hijos de puta! ¡Los voy a matar así me echen de Kusa! ~eran los pensamientos que surcaban su mente en aquellos instantes.