2/06/2017, 00:55
(Última modificación: 2/06/2017, 08:48 por Aotsuki Ayame.)
Hōyobi, día 1 de Ascua de 217
El día señalado había llegado más pronto de lo que se había esperado. La semana se le había pasado volando, y quizás gran parte de la culpa la tuvo el hecho de que el día anterior había sido su cumpleaños. Había pasado un día fantástico rodeada de su familia, se había permitido el lujo de repetir tarta hasta casi reventar de chocolate...
Y, sin embargo, aquel día se había levantado apática y deprimida.
—¡Ayame! ¿Qué estás haciendo? ¡Vas a llegar tarde! —Escuchó la voz de su padre desde el cuarto de baño y Ayame, aún plantada frente al espejo pegó un respingo.
—Y... ¡Ya voy!
Pero aún echó una última mirada repugnada a su reflejo antes de salir del cuarto de baño, completamente vestida y ataviada con sus armas de ninja, y arrastrando los pies.
—¿Se puede saber qué pasa con esa cara larga, niña?
Su padre estaba en el comedor, leyendo el periódico Ōnindo como todas las mañanas. Kōri no se encontraba allí, por lo que Ayale supuso que había salido para preparar los detalles de la nueva misión que les esperaba.
—N... Nada... —farfulló, de manera tan poco convincente que Zetsuo alzó una ceja con escepticismo.
Ayame era tan transparente que no le hacía falta ver a través de ella para saber que estaba mintiendo. La muchacha se sentó, con una taza de leche chocolateada en una mano y un croissant en la otra. Pero sus ojos estaban perdidos en las milhojas del hojaldre, como si estuviera intentando ver algo en ellas.
Y al final...
—Papá... Yo... ¿Soy fea? —preguntó con un hilo de voz.
A Zetsuo casi se le salió el café por la nariz al escucharlo.
—Q... ¡¿Qué?! ¿¡Pero qué cojones...!? ¿¡A qué viene eso ahora!?
Ella apartó la mirada, ruborizada y con los ojos llenos de lágrimas.
—Na... Nada... Es solo que... —Ayame hundió los hombros, la imagen de la belleza perfecta de Aiko y de otras tantas chicas que había ido conociendo flotaba en su mente en una neblina de desesperación—. Hay chicas muy guapas por ahí y yo... Yo no soy nada al lado de ellas... Tengo la cara redonda, la piel pálida, mi cuerpo no es... como el de otras chicas... Yo...
Zetsuo asistía a aquel evento con los ojos desorbitados, sin saber cómo actuar. Y esa era una situación desconocida para él, acostumbrado a tenerlo todo siempre bajo el más estricto control. Ya había previsto que Ayame entraría en aquella fase de la adolescencia más pronto que tarde pero... ¡Demonios! ¡Las madres sabían cómo actuar en esos casos, no él!
—Lo que tienes que hacer es preocuparte de mejorar como kunoichi, ¡deja esas gilipolleces!
—¡No son tonterías, jo! ¡No lo entiendes!
Ayame dejó el croissant a medio comer encima de la mesa y salió por la puerta entre largas zancadas. Zetsuo suspiró con pesadez. ¿Cómo iba a tratar con algo así?
...
Ayame llegó al punto de reunión un cuarto de hora antes de lo previsto. Ya estaba más calmada, pero seguía dándole vueltas al asunto, contemplando ceñuda su imagen en un espejo de bolsillo que llevaba consigo.
—Con ese careto de pan nadie se va a fijar en ti nadie nunca... —se decía.