2/06/2017, 15:36
(Última modificación: 2/06/2017, 15:37 por Uchiha Akame.)
La respuesta del shinobi de la Lluvia sorprendió totalmente a Akame, que sólo pudo asentir y devolver la disculpa de aquel chico con una inclinación igual de respetuosa que le salió de forma automática. «Menudo temple... No se parece en nada a ningún otro ninja de Ame que yo haya conocido», caviló —con buen criterio— el Uchiha, echando memoria a los modos de muchachos como Kaido o Amedama Daruu.
—Grandes palabras... —respondió el Uchiha—. Te lo agradezco.
Pese a que de primeras Akame se había sentido tentado de dejarse dominar por la ira, los buenos modales y la tranquilidad de aquel chico —unidos a su propio temple— lograron calmarle tanto que se obligó a ponerse en guardia, aunque fuese ligeramente. Nunca se era demasiado precavido en compañía de otros shinobi, especialmente si se trataba de extranjeros. Ni siquiera en aquel lugar casi sagrado que Akame dudaba mucho que nadie se atreviese a profanar.
—¿Puedo preguntar lo mismo? ¿Qué te trae a este lugar?
El Uchiha alzó la vista, sorprendido, hasta encontrar sus ojos con los del calvo. Luego los volvió a la estatua, y finalmente al montículo de tierra casi indistinguible que él mismo había hecho apenas momentos antes. Meditó bien la respuesta.
—No sólo Shiona-sama murió aquí. También... Un buen amigo ----admitió—. No era Kage, ni siquiera jounin, por eso nadie hizo una escultura en su memoria. Probablemente nadie le recuerde ya... Pero yo sí.
«¿Hice bien?». La voz de su maestra Kunie habría resonado en su cabeza con la fuerza de mil cañones, reprendiéndole por su sentimentalismo, si no fuese porque el dolor de la pérdida de su compañero Haskoz era tan grande que, en aquel momento, eclipsaba cualquier otro pensamiento.
—Grandes palabras... —respondió el Uchiha—. Te lo agradezco.
Pese a que de primeras Akame se había sentido tentado de dejarse dominar por la ira, los buenos modales y la tranquilidad de aquel chico —unidos a su propio temple— lograron calmarle tanto que se obligó a ponerse en guardia, aunque fuese ligeramente. Nunca se era demasiado precavido en compañía de otros shinobi, especialmente si se trataba de extranjeros. Ni siquiera en aquel lugar casi sagrado que Akame dudaba mucho que nadie se atreviese a profanar.
—¿Puedo preguntar lo mismo? ¿Qué te trae a este lugar?
El Uchiha alzó la vista, sorprendido, hasta encontrar sus ojos con los del calvo. Luego los volvió a la estatua, y finalmente al montículo de tierra casi indistinguible que él mismo había hecho apenas momentos antes. Meditó bien la respuesta.
—No sólo Shiona-sama murió aquí. También... Un buen amigo ----admitió—. No era Kage, ni siquiera jounin, por eso nadie hizo una escultura en su memoria. Probablemente nadie le recuerde ya... Pero yo sí.
«¿Hice bien?». La voz de su maestra Kunie habría resonado en su cabeza con la fuerza de mil cañones, reprendiéndole por su sentimentalismo, si no fuese porque el dolor de la pérdida de su compañero Haskoz era tan grande que, en aquel momento, eclipsaba cualquier otro pensamiento.