3/06/2017, 01:45
Akame asintió con interés. Los detalles que aquel chico compartió con él sobre la organización y el modo de vida de su clan se le antojaron sumamente peculiares, similares a la jerarquía de los antiguos clanes en los tiempos de las Cinco Grandes Aldeas. Lanzó un vistazo rápido a la cabeza completamente rasurada del muchacho y empezó a atar cabos. «Así que un templo...».
—¿De modo que sois una especie de... monjes? —aventuró Akame, cauteloso—. No sabía que los monjes tuviesen permitido ser ninjas.
«Tal vez en Arashi no Kuni es diferente, aunque por otra parte, éste chico es el primero de su especie con el que me topo. Es increíble lo distinto que es de Kaido o Daruu». El Uchiha utilizaba los escasos puntos de referencia que tenía para establecer comparaciones. Se dio cuenta, también, de lo poquísimo que conocía el País de la Lluvia, y se dijo a sí mismo que en el futuro debía interesarse más por aquellas tierras. «O quizás no...», caviló tras recordar la pésima climatología del lugar.
—Trabajo, claro. Soy shinobi de Uzushiogakure no Sato —replicó Akame, un tanto confuso por la pregunta del calvo.
Al poco los muchachos llegaron al puestito. Era una edificación de madera y caña, lo suficientemente amplia como para albergar una pequeña cocina dentro, con una barra que daba al exterior y varias banquetas de madera colocadas frente a ésta, en fila. Un toldo de tela blanco se extendía sobre los asientos para proteger a los comensales del sol veraniego, que en aquel lugar pegaba fuerte y caluroso.
—Aquí es —confirmó Akame.
Tomó asiento y esperó a que Karamaru hiciese lo mismo. Una mujer entrada en años que vestía un enorme delantal blanco y una redecilla en el pelo se les acercó con expresión amable.
—¡Buenas tardes, chicos! ¿Qué vais a tomar?
—Buenas tardes. Una ración de pollo teriyaki para mí, por favor —respondió el Uchiha, y luego se volvió hacia Karamaru, apremiándole a pedir.
—¿De modo que sois una especie de... monjes? —aventuró Akame, cauteloso—. No sabía que los monjes tuviesen permitido ser ninjas.
«Tal vez en Arashi no Kuni es diferente, aunque por otra parte, éste chico es el primero de su especie con el que me topo. Es increíble lo distinto que es de Kaido o Daruu». El Uchiha utilizaba los escasos puntos de referencia que tenía para establecer comparaciones. Se dio cuenta, también, de lo poquísimo que conocía el País de la Lluvia, y se dijo a sí mismo que en el futuro debía interesarse más por aquellas tierras. «O quizás no...», caviló tras recordar la pésima climatología del lugar.
—Trabajo, claro. Soy shinobi de Uzushiogakure no Sato —replicó Akame, un tanto confuso por la pregunta del calvo.
Al poco los muchachos llegaron al puestito. Era una edificación de madera y caña, lo suficientemente amplia como para albergar una pequeña cocina dentro, con una barra que daba al exterior y varias banquetas de madera colocadas frente a ésta, en fila. Un toldo de tela blanco se extendía sobre los asientos para proteger a los comensales del sol veraniego, que en aquel lugar pegaba fuerte y caluroso.
—Aquí es —confirmó Akame.
Tomó asiento y esperó a que Karamaru hiciese lo mismo. Una mujer entrada en años que vestía un enorme delantal blanco y una redecilla en el pelo se les acercó con expresión amable.
—¡Buenas tardes, chicos! ¿Qué vais a tomar?
—Buenas tardes. Una ración de pollo teriyaki para mí, por favor —respondió el Uchiha, y luego se volvió hacia Karamaru, apremiándole a pedir.