4/06/2017, 18:05
Los golpes de la cabeza de Ritsuko contra los barrotes resonaron con fuerza, llamando la atención de los dos hombres que iban al frente del carro.
—¡Ey! —exclamó Daiko, que se había girado en su asiento. Pese a que la carreta no se había detenido en ningún momento, por debajo de la tela que cubría la jaula la pelirroja sería capaz de ver los pies del hombre acercándose a ella. Al final, la cara del hombre pelirrojo se presentó ante ella después de haber levantado la tela lo justo para poder agacharse y asomarse por debajo—. ¡¿Se puede saber qué haces?! ¡Te estás lastimando! ¡Mira qué chichón te ha salido en la frente, ahora nos reducirán la paga por ti, estúpida!
Poco a poco, la neblina en la mente de Ritsuko se había ido despejando. Había recuperado la consciencia del todo, pero seguía igual de atada que al principio.
Daiko chasqueó la lengua, dejó caer la manta de nuevo y volvió a su asiento.
—Estúpida cría... Gonken, más te vale darle caña a esos caballos. Quiero llegar a Tane-shigai antes de que llegue la noche. Todo estará listo para cosa de la media noche...
El hombretón gruñó en un mudo asentimiento y, con un restallido de las correas, el carromato dio una sacudida y aceleró su velocidad.
El sol ya había comenzado a declinar en el oeste, por lo que debían de ser más de las siete de la tarde...
—¡Ey! —exclamó Daiko, que se había girado en su asiento. Pese a que la carreta no se había detenido en ningún momento, por debajo de la tela que cubría la jaula la pelirroja sería capaz de ver los pies del hombre acercándose a ella. Al final, la cara del hombre pelirrojo se presentó ante ella después de haber levantado la tela lo justo para poder agacharse y asomarse por debajo—. ¡¿Se puede saber qué haces?! ¡Te estás lastimando! ¡Mira qué chichón te ha salido en la frente, ahora nos reducirán la paga por ti, estúpida!
Poco a poco, la neblina en la mente de Ritsuko se había ido despejando. Había recuperado la consciencia del todo, pero seguía igual de atada que al principio.
Daiko chasqueó la lengua, dejó caer la manta de nuevo y volvió a su asiento.
—Estúpida cría... Gonken, más te vale darle caña a esos caballos. Quiero llegar a Tane-shigai antes de que llegue la noche. Todo estará listo para cosa de la media noche...
El hombretón gruñó en un mudo asentimiento y, con un restallido de las correas, el carromato dio una sacudida y aceleró su velocidad.
El sol ya había comenzado a declinar en el oeste, por lo que debían de ser más de las siete de la tarde...