28/06/2015, 21:44
Al muchacho del pelo rubio no le pareció importar su compañía, se sentó cerca suyo, mientras intentaba establecer una conversación con él. Le confirmó lo que él mismo ponía en duda, no le importaba el ocaso en si, sino todo el conjunto de cosas, junto con el gran puente.
Sentado sobre sus piernas, con ambos brazos apoyandose en el suelo, observó el horionte, guiado por el otro chico. Poco a poco el sol se iba escondiendo entre las montañas, iluminando con los últimos rayos de luz del día. Mientras ocurría, algunas personas se dedicaban a adornar el puente con candelabros, dándoles una cálida luz.
Juro se quedó atónito, observando el espectáculo. Nunca había oido algo así, ni si quiera se preocupó en que la noche estuviese llegando, y en que su hermana aún no hubiese llegado. En ese momento solo existían esas luces para él. La ilusión se rompió con las palabras de su acompañante, que provocaron que saliera de mala gana de su estado de fascinación.
—Aunque este en mi país, nunca había visto algo así — reconoció — ¿Lo haran todas las noches?
Aunque parecía una pregunta tonta, el mismo se lo preguntó. Bien podrían hacerlo cada varias noches, o una noche a la semana, o quizás hubiesen llegado en una especie de día festivo. Aun dudoso, contestó con su nombre al chaval, de nombre Zuka.
— Soy Juro, encantado — comentó, tentado de dar un apretón de manos. Descartó la idea rapidamente — Nunca había visto guantes así...
Sentado sobre sus piernas, con ambos brazos apoyandose en el suelo, observó el horionte, guiado por el otro chico. Poco a poco el sol se iba escondiendo entre las montañas, iluminando con los últimos rayos de luz del día. Mientras ocurría, algunas personas se dedicaban a adornar el puente con candelabros, dándoles una cálida luz.
Juro se quedó atónito, observando el espectáculo. Nunca había oido algo así, ni si quiera se preocupó en que la noche estuviese llegando, y en que su hermana aún no hubiese llegado. En ese momento solo existían esas luces para él. La ilusión se rompió con las palabras de su acompañante, que provocaron que saliera de mala gana de su estado de fascinación.
—Aunque este en mi país, nunca había visto algo así — reconoció — ¿Lo haran todas las noches?
Aunque parecía una pregunta tonta, el mismo se lo preguntó. Bien podrían hacerlo cada varias noches, o una noche a la semana, o quizás hubiesen llegado en una especie de día festivo. Aun dudoso, contestó con su nombre al chaval, de nombre Zuka.
— Soy Juro, encantado — comentó, tentado de dar un apretón de manos. Descartó la idea rapidamente — Nunca había visto guantes así...