5/06/2017, 18:23
“Me pregunto a que se refiere cuando dice que esta salvado.” —pensó, mientras el muchacho buscaba algo en su enorme mochila de viaje.
Lo primero que hizo aquel amable joven fue tenderle una cantimplora para que calmara su sed, cosa que el Hakagurē acepto con suma gratitud. Se llevo el borde del envase a los labios y saboreo con gusto y lentitud el agua más pura y limpia que había probado desde hacía un buen rato. Con su boca y garganta estando libres de la resequedad y el ardor que venían molestándole, se dispuso a conversar con el que era su compatriota.
—Es de esperarse, pues jamás asistí a la academia de las olas —aseguro, mientras volvía a guardar su bandana—. Podría decirse que fui una incorporación reciente a las filas de Uzushiogakure, por lo que no conozco a casi nadie de la generación del doscientos diez y seis.
Claro, en términos simples aquello representaba que era alguien ajeno a la villa y cuya crianza estaba desligada de los dogmas tradicionales de una aldea ninja. Algunos podrían ver aquello como algo bueno, pero otros lo podrían considerar algo malo: Su maestro era de los que consideraba que un verdadero ninja no necesita de una aldea que lo forme, sino de las tradiciones e instintos primitivos que llevaba en la sangre. Por otra parte, los tradicionalistas extremos le consideraban como un intruso que amenazaba con alterar la sucesión de los antiguos métodos y costumbres.
Solo le quedaba esperar a ver cual sería la reacción de aquel muchacho ante semejante verdad.
Lo primero que hizo aquel amable joven fue tenderle una cantimplora para que calmara su sed, cosa que el Hakagurē acepto con suma gratitud. Se llevo el borde del envase a los labios y saboreo con gusto y lentitud el agua más pura y limpia que había probado desde hacía un buen rato. Con su boca y garganta estando libres de la resequedad y el ardor que venían molestándole, se dispuso a conversar con el que era su compatriota.
—Es de esperarse, pues jamás asistí a la academia de las olas —aseguro, mientras volvía a guardar su bandana—. Podría decirse que fui una incorporación reciente a las filas de Uzushiogakure, por lo que no conozco a casi nadie de la generación del doscientos diez y seis.
Claro, en términos simples aquello representaba que era alguien ajeno a la villa y cuya crianza estaba desligada de los dogmas tradicionales de una aldea ninja. Algunos podrían ver aquello como algo bueno, pero otros lo podrían considerar algo malo: Su maestro era de los que consideraba que un verdadero ninja no necesita de una aldea que lo forme, sino de las tradiciones e instintos primitivos que llevaba en la sangre. Por otra parte, los tradicionalistas extremos le consideraban como un intruso que amenazaba con alterar la sucesión de los antiguos métodos y costumbres.
Solo le quedaba esperar a ver cual sería la reacción de aquel muchacho ante semejante verdad.