5/06/2017, 22:50
(Última modificación: 28/08/2017, 13:12 por Uchiha Akame.)
Akame no pudo evitar que un suspiro de decepción escapase de sus labios. Como solía suceder en esas ocasiones, las historias que había oído sobre el estricto entrenamiento de los ninjas de Ame y el carácter belicoso de la Arashikage no eran capaces de vivir a la altura de la realidad. El Uchiha siguió comiendo trozos de pollo mientras escuchaba a Karamaru con una mezcla de atención y curiosidad. Aquel chico no se parecía en nada a ningún otro shinobi de la Lluvia que él hubiese conocido antes; y sin embargo, exhibía su bandana. «Tal vez sea por todo eso de la comunidad del templo», meditó Akame.
—Vaya, Karamaru-kun, tengo que admitir... Bueno, esperaba que al menos una de las dos cosas fuese verdad —confesó el Uchiha, con un suspiro—.
Ambos callaron durante unos instantes, y entonces el muchacho de Ame hizo una pregunta. Y qué pregunta. Akame se quedó tenso un momento, masticando lentamente un trozo de pollo, y alzó la mirada para clavarla en la del calvo. Sus ojos, negros, destellaban un brillo frío como el hierro. El silencio se prolongó hasta parecer eterno.
—Claro, es mi Uzukage. ¿En quién más podría confiar si no?
Había decisión y firmeza en la voz de Akame; aquella interrogante le había puesto todos los sentidos alerta. Con apuro terminó su ración, recostándose luego en el taburete de madera. Observaba a Karamaru como un lobo a otro de distinta manada.
—¿Y tú? ¿Confías en tu Kage?
—Vaya, Karamaru-kun, tengo que admitir... Bueno, esperaba que al menos una de las dos cosas fuese verdad —confesó el Uchiha, con un suspiro—.
Ambos callaron durante unos instantes, y entonces el muchacho de Ame hizo una pregunta. Y qué pregunta. Akame se quedó tenso un momento, masticando lentamente un trozo de pollo, y alzó la mirada para clavarla en la del calvo. Sus ojos, negros, destellaban un brillo frío como el hierro. El silencio se prolongó hasta parecer eterno.
—Claro, es mi Uzukage. ¿En quién más podría confiar si no?
Había decisión y firmeza en la voz de Akame; aquella interrogante le había puesto todos los sentidos alerta. Con apuro terminó su ración, recostándose luego en el taburete de madera. Observaba a Karamaru como un lobo a otro de distinta manada.
—¿Y tú? ¿Confías en tu Kage?