8/06/2017, 20:42
Bueno, quizás... había exagerado un poco.
—Bueno, desaparecidos no. La verdad es que no me he tomado el tiempo de ir a buscarles, y tampoco es que me provoque demasiado. A mí me buscan, no yo a los demás, y si no quieren seguir haciendo equipo conmigo, pues que les den bien por culo. ¿No crees?
Y de la aflicción, pasó a la rabia. Una levemente contenida, que le obligó a apretar la mandíbula a mostrar aquellos dientes sin una sonrisa. Ayame no sabría si era mas tétrico verlo así, o cuando estaba "contento".
—Seguro andan por ahí, buscándose a otro candidato. Pero bueno, es cómo tu dices... toca seguir remando. Más sólo que la una, pero avanzando al fin.
Y hablando de avances, con aquella profunda conversación, el camino se les había hecho mucho más corto. Porque ajenos a lo que ocurría a su alrededor, y entre tanta gente ya reunida en una sola dirección, los jóvenes shinobi pudieron comprobar al finiquitar el tema que ya se encontraban muy cerca de la frontera, pues si querían ver atrás, las casas del pueblo ya se antojaban ligeramente lejanas.
Y adelante, nubes oscuras que aguardaban pacientemente el momento adecuado se mantenían serenas del otro lado de una línea que los lugareños se habían tomado la libertad de dividir, con vallas de madera improvisada y algunos de otros carteles propagandísticos que hacían referencia al festival, y al motivo de la celebración.
Un poderoso trueno, de aquellos catatumbos que era usual para los Amegakurienses escuchar en el interior de su país, inundó los alrededores en un eco profundo.
Jiru-sama movió los brazos, emocionada, y tomó la delantera de su pequeña comitiva, instándoles a que tomaran un nuevo camino en diagonal para ir encontrando un puesto de visualización de lo más adecuado. De hecho, cada pequeño Hostal habría tenido que negociar un espacio cercano a la frontera para ocuparlo con su gente, y así lo había hecho ella, en la imperiosa necesidad de saciar lo mejor posible las peticiones de sus huéspedes. Esa era la mejor forma de hacerlos regresar nuevamente, a pesar de que el festival tardase tres años en volver a iniciar, por los caprichos de la naturaleza.
La mujer comenzó entonces a organizar a los presentes, y les pidió a que estuviesen atentos.
El show, estaba a punto de empezar.
—Bueno, desaparecidos no. La verdad es que no me he tomado el tiempo de ir a buscarles, y tampoco es que me provoque demasiado. A mí me buscan, no yo a los demás, y si no quieren seguir haciendo equipo conmigo, pues que les den bien por culo. ¿No crees?
Y de la aflicción, pasó a la rabia. Una levemente contenida, que le obligó a apretar la mandíbula a mostrar aquellos dientes sin una sonrisa. Ayame no sabría si era mas tétrico verlo así, o cuando estaba "contento".
—Seguro andan por ahí, buscándose a otro candidato. Pero bueno, es cómo tu dices... toca seguir remando. Más sólo que la una, pero avanzando al fin.
Y hablando de avances, con aquella profunda conversación, el camino se les había hecho mucho más corto. Porque ajenos a lo que ocurría a su alrededor, y entre tanta gente ya reunida en una sola dirección, los jóvenes shinobi pudieron comprobar al finiquitar el tema que ya se encontraban muy cerca de la frontera, pues si querían ver atrás, las casas del pueblo ya se antojaban ligeramente lejanas.
Y adelante, nubes oscuras que aguardaban pacientemente el momento adecuado se mantenían serenas del otro lado de una línea que los lugareños se habían tomado la libertad de dividir, con vallas de madera improvisada y algunos de otros carteles propagandísticos que hacían referencia al festival, y al motivo de la celebración.
Un poderoso trueno, de aquellos catatumbos que era usual para los Amegakurienses escuchar en el interior de su país, inundó los alrededores en un eco profundo.
Jiru-sama movió los brazos, emocionada, y tomó la delantera de su pequeña comitiva, instándoles a que tomaran un nuevo camino en diagonal para ir encontrando un puesto de visualización de lo más adecuado. De hecho, cada pequeño Hostal habría tenido que negociar un espacio cercano a la frontera para ocuparlo con su gente, y así lo había hecho ella, en la imperiosa necesidad de saciar lo mejor posible las peticiones de sus huéspedes. Esa era la mejor forma de hacerlos regresar nuevamente, a pesar de que el festival tardase tres años en volver a iniciar, por los caprichos de la naturaleza.
La mujer comenzó entonces a organizar a los presentes, y les pidió a que estuviesen atentos.
El show, estaba a punto de empezar.