8/06/2017, 21:00
—¿Pero tú has visto a alguien, aparte de nosotros, cerca de esos cocodrilos para decir que los están criando? Si me dijeras que hemos descubierto algo como... yo qué sé, una granja de cocodrilos, aún podría darte la razón. Pero yo lo único que he visto ahí eran dos padres protegiendo a su nidada...
Suspiré y me pase la mano por la frente para quitar el sudor frio que me quedaba, frio porque se había levantado un fresquito que no era normal. La tensa mirada que Ayame echó a algo a mi espalda me puso en alerta, eso y un escalofrio en la nuca, como una mirada que ve más allá de mi pelo.
Me giré de golpe, alejandome instintivamente del peligro. Un tio más blanco que un copo de harina nos miraba lascivamente con más seriedad en el rostro que inutilidad en Kusagakure. Espera un momento, ese hombre me sonaba de haberlo visto antes... ¿No era el modelo que anunciaba los congelados en Mercakunoichi?
—Te había dicho que te quedaras en el puente, Ayame —
Me giré a mirar a la amenia y por su cara podía decir que a pesar del tono monotono y sin practicamente nada de emoción aquellas palabras la habían hecho cagarse las patas abajo.
—L... lo siento... ¡Cuando te fuiste escuchamos un rugido y pensaba que te había pasado algo!
Podría haber pensado que se habían olvidado de mi, ya que hablaban entre ellos de forma familiar y enternecedora, por un lado acojonamiento y por el otro... nada. Super enternecedor. Pero tenía un par de ojos clavados en mi, así que tendría que decir algo, pensé.
— Bueno, mi trabajo aquí ha terminado, os dejo con vuestras cosas amenias.
Entonces intentaría cruzar el puente trazando un circulo alrededor del señor estalactito como si acercarme demasiado a él pudiera explotarme la cabeza, o al menos congelarme las neuronas, para dos que tenía no era plan de sacrificarlas, sin perder el contacto visual con él hasta que él mismo dejara de mirarme.
Suspiré y me pase la mano por la frente para quitar el sudor frio que me quedaba, frio porque se había levantado un fresquito que no era normal. La tensa mirada que Ayame echó a algo a mi espalda me puso en alerta, eso y un escalofrio en la nuca, como una mirada que ve más allá de mi pelo.
Me giré de golpe, alejandome instintivamente del peligro. Un tio más blanco que un copo de harina nos miraba lascivamente con más seriedad en el rostro que inutilidad en Kusagakure. Espera un momento, ese hombre me sonaba de haberlo visto antes... ¿No era el modelo que anunciaba los congelados en Mercakunoichi?
—Te había dicho que te quedaras en el puente, Ayame —
Me giré a mirar a la amenia y por su cara podía decir que a pesar del tono monotono y sin practicamente nada de emoción aquellas palabras la habían hecho cagarse las patas abajo.
—L... lo siento... ¡Cuando te fuiste escuchamos un rugido y pensaba que te había pasado algo!
Podría haber pensado que se habían olvidado de mi, ya que hablaban entre ellos de forma familiar y enternecedora, por un lado acojonamiento y por el otro... nada. Super enternecedor. Pero tenía un par de ojos clavados en mi, así que tendría que decir algo, pensé.
— Bueno, mi trabajo aquí ha terminado, os dejo con vuestras cosas amenias.
Entonces intentaría cruzar el puente trazando un circulo alrededor del señor estalactito como si acercarme demasiado a él pudiera explotarme la cabeza, o al menos congelarme las neuronas, para dos que tenía no era plan de sacrificarlas, sin perder el contacto visual con él hasta que él mismo dejara de mirarme.
—Nabi—