10/06/2017, 21:38
Keisuke se sumergió cual astuta nutria, para luego tomar al Hakagurē por sus piernas y sumergirle en un simulado intento de ahogo. El de cabellos blancos se dejo arrastrar, un poco sorprendido pero sin llegar a asustarse. Estando en el agua, se tomo un momento antes de emerger y dar la cara a su contrincante.
—En realidad, somos bastante jóvenes, por lo que creo que está bien —aseguro, mientras quitaba mechones de cabello de su rostro—. Mi maestro me suele decir que no me preocupe por actuar como un niño, pues este tiempo es la única oportunidad que tendré de ser y comportarme como uno.
»”La mariposa ha de apreciar su tiempo como oruga, pues luego de la metamorfosis ya no podrá ser lo que era” —recito, un viejo refrán de su pueblo.
Mientras jugaba con su níveo cabello, se le podía ver calmado, sin dar muestra alguna de la agitación que debía de tener por el susto de recién. En su interior pensaba sobre si debía continuar con la guerra, efectuar un ataque relámpago y desmoronar las defensas rivales antes de que pudiesen prepararse. Pero juzgo que no sería suficiente para acabar el conflicto, y que aquello se prolongaría en una indefinida guerra de desgaste. Aquello no le convenía, pues sus fuerzas se veían limitadas por una baja durabilidad. Decidió que lo mejor sería hacer un alto al fuego y dejar que se asentara una silenciosa y efectiva paz, en forma de un acuerdo tácito.
La excusa perfecta le llego de una forma inesperada:
—Yo creo que ya nos hemos divertido lo suficiente… —dijo, señalando el cuerpo de su acompañante—. Comienzas a estar rojo como una langosta, si nos quedamos mucho mas, terminaras mareándote.
Aquello resultaba cierto, tanto como lo era el hecho de que necesitaba de un pretexto que le permitiera el mantener aquella buena compañía… Y quizás conseguir un desempate en algún evento posterior.
—De camino a aquí vi una sala de descanso, ¿te parece si vamos a pasar el rato allí mientras llega la hora de la cena?
—En realidad, somos bastante jóvenes, por lo que creo que está bien —aseguro, mientras quitaba mechones de cabello de su rostro—. Mi maestro me suele decir que no me preocupe por actuar como un niño, pues este tiempo es la única oportunidad que tendré de ser y comportarme como uno.
»”La mariposa ha de apreciar su tiempo como oruga, pues luego de la metamorfosis ya no podrá ser lo que era” —recito, un viejo refrán de su pueblo.
Mientras jugaba con su níveo cabello, se le podía ver calmado, sin dar muestra alguna de la agitación que debía de tener por el susto de recién. En su interior pensaba sobre si debía continuar con la guerra, efectuar un ataque relámpago y desmoronar las defensas rivales antes de que pudiesen prepararse. Pero juzgo que no sería suficiente para acabar el conflicto, y que aquello se prolongaría en una indefinida guerra de desgaste. Aquello no le convenía, pues sus fuerzas se veían limitadas por una baja durabilidad. Decidió que lo mejor sería hacer un alto al fuego y dejar que se asentara una silenciosa y efectiva paz, en forma de un acuerdo tácito.
La excusa perfecta le llego de una forma inesperada:
—Yo creo que ya nos hemos divertido lo suficiente… —dijo, señalando el cuerpo de su acompañante—. Comienzas a estar rojo como una langosta, si nos quedamos mucho mas, terminaras mareándote.
Aquello resultaba cierto, tanto como lo era el hecho de que necesitaba de un pretexto que le permitiera el mantener aquella buena compañía… Y quizás conseguir un desempate en algún evento posterior.
—De camino a aquí vi una sala de descanso, ¿te parece si vamos a pasar el rato allí mientras llega la hora de la cena?